lunes, 14 de noviembre de 2011

LA ESENCIA DE LA DIGNIDAD HUMANA –sus fundamentos metafísicos, la participación y sus consecuencias jurídico-sociales-

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objetivo desarrollar conceptos metafísicos que involucran nociones que hacen a la esencia del ser humano. El hombre, es una unidad substancial de cuerpo y alma espiritual. La definición misma abarca elementos que son necesarios clarificar. Asimismo, y para tener relevancia ontológica, la esencia humana debe ser existencializada. ¿Qué significa esto? Que la esencia debe recibir un acto de existencia. En este sentido, el concepto de “participación” juega un papel fundamental.
Según la definición del Diccionario de la Real Academia Española, participación proviene del latín participatĭo, -ōnis, y hace a la “acción y efecto de participar”, “aviso, parte o noticia que se da a alguien”, o “parte que se juega en un número de lotería”.
¿Cómo se relaciona este concepto de participación con la noción de persona y la dignidad del ser humano que le resulta inmanente? ¿Cuál es la relación de la antropología con la metafísica? ¿En qué medida afecta al hombre la noción de los conceptos previamente citados?
Según Santo Tomás de Aquino, en un pasaje muy conocido de la Suma Teológica, se señala que “…es de la máxima dignidad subsistir en la naturaleza racional, por esto todo individuo de naturaleza racional es dicho persona”. ¿Qué significa ser un ente dotado de naturaleza racional?
Previo a todo, es necesario clarificar los conceptos metafísicos precedentemente referidos, e intentar identificar nociones tales como “ente”, “ser”, “esencia”, “dignidad”, “participación”, y “ciencia”. Ello, a los fines de intentar una aproximación a estos temas e iluminar filosóficamente algunos preconceptos actuales.
Es de fundamental relevancia descubrir lo que la esencia humana es. Ello, por cuanto las consecuencias jurídicas y sociales serán disímiles en cuanto consideremos que el hombre es un mono evolucionado, una espiritualidad encerrada en un cuerpo, o una substancia individual de cuerpo y alma espiritual unidas hipostáticamente, dotada de naturaleza racional.

CAPITULO I - ALGUNAS CONSIDERACIONES METAFISICAS PREVIAS

A) ONTOLOGÍA Y FILOSOFIA TOMISTA

Podríamos decir, a grandes rasgos, que la ontología es la ciencia que estudia al ente. Pero esta frase padece de cierta vaguedad… ¿cuál es el objeto formal de la ontología?
El objeto formal es el ente ontológico. Es decir, el ente existente. En principio esta afirmación pareciera resultar algo materialista, ya que pareciera apuntar hacia “abajo” y no hacia “arriba”. Pero la “ontología” está dentro de la metafísica, que es aquella ciencia que va “más allá de la física”, y toda ciencia particular clava así sus raíces en la antropología.
Es menester también, y previo a adentrarnos de lleno al tema de la dignidad humana y la participación, conocer cuáles son los orígenes de la metafísica tomista.
Si bien la “Suma teológica” trata fundamentalmente el problema teológico de la existencia de Dios, previo a ello, diversas cuestiones se someten a los presupuestos metafísicos. Es necesario mencionar tres fuentes importantes de la metafísica tomista, en primer lugar, podemos mencionar a Aristóteles, de quien Santo Tomás toma la Teoría de las cuatro causas, la Teoría de la sustancia, y la Teoría del movimiento. En segundo lugar, Santo Tomás se nutre de Avicena, de quien toma fundamentalmente la Teoría de la esencia y de la existencia. En principio, podríamos decir que es el modo de conciliar a Aristóteles con el cristianismo. La esencia está respecto de la existencia como la potencia respecto del acto (la esencia sería una cierta forma de ser en potencia). Para existir, deber ser actualizada por otro ser, pero esto lo analizaremos más adelante. Finalmente, hay en Santo Tomás de Aquino algunos conceptos platónicos que involucran nociones como por ejemplo la de grados del ser, participación y causalidad ejemplar. Por otra parte, San Agustín es también una fuente relevante, ya que introduce la noción de interpretación “analógica” del ser. Se considera a Dios como causa ejemplar, según la cual las ideas de todas las cosas están en la mente de Dios, ésta noción es aceptada por Santo Tomás en forma parcial. Ya que para él, el ser no les pertenece, sino que lo tienen por analogía con Dios.
B) SUSTANCIA Y ACCIDENTE

Ya he señalado que la ontología es fundamentalmente el estudio del ser en cuanto al ser mismo. Pero, ¿qué es el ser? El Ser es el objeto primario de la inteligencia, y su estudio puede ser realizado desde diversos puntos de vista:

Desde el punto de vista de la inteligibilidad nos preguntamos por la esencia (es decir, por su naturaleza). ¿Qué es lo que hace que un ser sea ese ser y no otro? En éste supuesto hablamos de los principios metafísicos de materia y forma.

Desde el punto de vista del movimiento o de la acción: hablamos de los principios metafísicos de acto y potencia.

Desde el punto de vista de la existencia captamos en primer lugar lo que el ser es en un sentido amplio. Pero este ser (ej. “Pedro”) ¿existe sólo? ¿Se basta a sí mismo? Sin duda, existir pura y simplemente es para Pedro la existencia primordial, pero también tiene otras existencias (hoy está triste, ayer alegre, tiene distintas modalidades de existencia). En este sentido, vamos a hablar de los principios metafísicos de sustancia y accidente.

A su vez, existen determinaciones secundarias, en razón de las cuales existe no sólo “simpliciter” sino también “bajo tal” o “cual” concepto (“secundum quid). De tal manera que una persona puede ser músico, filósofo, enfermo, sano, futbolista, etc.
Aristóteles parte del ser individual, el ser concreto que existe. Al observar directamente los seres particulares ve en ellos un hecho claro: todo ser cambia. Por ejemplo, el agua se calienta, se enfría, se convierte en vapor, se hace hielo; y sin embargo, en todos estos cambios permanece la misma agua. Es decir, en todo cambio hay un sustrato, un sujeto que no cambia, hay algo que permanece a través de los cambios. Es la sustancia, lo que está debajo, lo que permanece detrás de toda mutación. Esta sustancia es la “Phycis”, la naturaleza o el principio fundamental del ser.
La introducción de estas categorías, sustancia y accidente (afecciones de la sustancia éstas últimas) es de suma importancia en el sistema aristotélico hasta el punto de que todo lo que existe, según él, existe como sustancia o como accidente. Este análisis parte del modelo de la proposición lingüística “S es P”. El sujeto se corresponde con la sustancia, mientras que el predicado lo que se dice del sujeto, corresponde a los accidentes.
La sustancia es el principio constitutivo del ser entero, en su totalidad, no admite partes. El hombre no es la suma de alma y cuerpo, o el agua no es una suma de oxígeno e hidrógeno; cada ser es algo distinto e individual, de ahí su sentido ontológico.

B.1) SUSTANCIA

Desde el punto de vista etimológico la palabra sustancia proviene del latín “sub-stare” que significa “estar debajo” (en un sentido no espacial). Algunos sinónimos que pueden ser utilizados para definir el término sustancia son, por ejemplo: sustentar, soportar, sostener, subsistir, permanecer.
Cuando hablamos de sustancia desde un punto de vista aristotélico tomista, en metafísica, no estamos hablando de una sustancia química, biológica o captable en forma directa por los sentidos. Sí es real e inteligible.
La sustancia es aquello que existe en sí y por sí, y no en otro o por otro. Por ejemplo: un árbol es verde, viejo, grande, frondoso, etc. Todas éstas, son características que dependen del árbol, existen EN él y son DE él. Dichas características existen en algo que los soporta, sostiene y sustenta, por eso, sin el árbol, no existen. En éste caso, se podría decir que el árbol es sujeto de inhesión.
Un ser “sustancial” se sostiene a sí mismo. La existencia es propia, posee una propia existencia, por eso puede sostener o sustentar a otro. Pero esta autonomía ontológica en su ser o independencia existencial no es absoluta. Todos los seres creados tienen una dependencia existencial con la causa primera que los originó.
En fin, el ser sustancial no solo es capaz de sustentarse a sí mismo, sino que además es sujeto de inhesión. Esto significa que es capaz de sostener “accidentes”. Es “sub-factum”.
Además, debemos agregar que el ser sustancial permanece siendo sustancia, mientras no le advenga un cambio sustancial. Es decir que permanece a través de los cambios accidentales. Sus características accidentales pueden variar, pero esencialmente seguirá siendo una sustancia. No puede cambiar. Como veremos más adelante, los cambios pueden ser sustanciales o accidentales. Mientras los cambios sean accidentales, la sustancia permanecerá siendo la misma, los accidentes no son más que manifestaciones de la sustancia, y la existencia de las mismas depende de la sustancia.
Por ejemplo: un árbol puede pasar a ser una silla de madera, y una pata de una silla de madera puede pasar a ser el cabo de un martillo, si bien la materia permanece siendo la misma, la forma sustancial es lo que va cambiando. Hay cambios sustanciales, pero “algo” permanece a pesar del cambio, pues la madera ya no pertenece a la sustancia árbol, sin embargo permanece en él algo común: la materia primera, sujeto del cambio.

B.2) ACCIDENTES

El accidente es aquello que existe EN otro y POR otro. Es un ser EN y DE otro. El accidente recibe su ser de la sustancia y forma con ella una unidad de materia y forma.
Son actos o manifestaciones de la sustancia, por ejemplo: el color, el tamaño, el peso. Pero éstos ejemplo, configuran “formas” accidentales, no sustanciales. Manifiestan a la sustancia y determinan en el orden accidental.
En Aristóteles, nueve son los accidentes fundamentales: cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, posición y habitualidad.
Podríamos incluso clasificar distintos tipos de accidentes, como por ejemplo aquellos que son esenciales y que no pueden no estar en una sustancia. Por ejemplo, en el hombre, podríamos mencionar a la libertad. Los accidentales pueden no estar, son contingentes y pueden cambiar sin alterar la sustancia, por ejemplo en partes, en peso, en color, en el caso del hombre: más sabio, más ignorante, etc.
De la misma manera, podemos identificar dos tipos de cambios, los accidentales (son cambios cuantitativos, cualitativos, locativos, etc.) y los sustanciales (el ser se convierte en otra forma sustancial). Ésta última, a su vez, puede ser por generación (comienza a existir un ente nuevo) o corrupción (deja de existir tal como era sustancialmente). A su vez, podríamos destacar dos tipos de uniones, la unión sustancial, en la cual dos principios se unen y resulta una única sustancia o ser, y la unión accidental, en la cual dos principios se unen, pero permanecen siendo distintos (es un agregado, por ejemplo, una máquina).
En base a lo precedentemente expuesto, podemos decir que el hombre, como sustancia humana, es la que permanece a través de los cambios accidentales y es ella la que cambia con la actualización de los nuevos accidentes. Así, se perfecciona ontológicamente con los nuevos actos o formas accidentales, pero únicamente en el orden accidental y no sustancial. Si por ejemplo adquiere accidentes moralmente malos como vicios, actos criminales, actos reprobables moralmente, en cuanto sustancia hombre, continuará siendo lo que es, con toda la riqueza y dignidad ontológica que le corresponde. Ello por cuanto su forma sustancial, que lo hace hombre, no se altera, no se hace menos ser, y por lo tanto el compuesto tampoco pierde su jerarquía ontológica, pero se degrada moralmente, por lo que pierde existencialmente, en su existencia concreta, la dignidad de ser honorable, honesto, bueno, apreciado, etc.
Si bien desde el punto de vista social, una persona puede ser privada del ejercicio de derechos propios, como por ejemplo la libertad, ontológicamente, no pierde dignidad, en cuanto ente finito sustancial de naturaleza espiritual. Pero esto, lo analizaremos más adelante.

C) EL MOVIMIENTO: ACTO Y POTENCIA

La realidad está regida por leyes, ya que tiene un orden, existe una relación de con-naturalidad entre los entes. El estudio del ser desde el punto de vista de la acción, implica el análisis de los presupuestos metafísicos de acto y potencia.
Previo a todo, debemos recordar dos principios relacionados al movimiento y a la existencia de los entes:
1)El principio de identidad: Lo que es, es. Lo que no es, no es.
2)El principio de no contradicción: Lo que es, no puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo un mismo punto de vista.

Según J. Maritain, lo primero que percibimos es que las cosas cambian. Éste es un hecho que ya habían reconocido filósofos antiguos, como Heráclito y Parmenides. Heráclito, por ejemplo, sostuvo su famosa frase de que ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río. Nuestra obligación, sin perjuicio de lo que consideren distintos pensadores, es señalar que el cambio existe porque existe el ser. Es decir, el cambio no existe por sí mismo. No hay movimiento sin sujeto que sea movido.
Ya ha señalado Aristóteles que se reconocen en el ser dos tipos de estado, es estado “a quo”, lo que es perfecto en ese momento, y el estado ad quem, es aquél estado que no es todavía, pero podría llegar a ser. El cambio es el paso de un estado al otro y el tiempo es la medida del movimiento.
La teoría de la potencia y el acto, generalización de la teoría hilemórfica, es la explicación última del devenir de la substancia. Parménides, al operar únicamente con los conceptos "ser" y "no ser" había deducido la unicidad y la inmovilidad del ser (monismo estático). Platón, había intentado superar este planteo admitiendo la realidad de una suerte de forma de "no ser": la alteridad. Aristóteles resuelve la paradoja añadiendo otra forma real de no ser: la potencia. Y mediante este concepto, explica el devenir de la substancia.
En todo ser existe "lo que ya es" y es el acto, y su "poder llegar a ser" que es la potencia. En rigor de verdad no es posible dar una definición estricta de estos términos, en muchos hay que conformarse con ejemplos y analogías. Así el acto y la potencia están en la misma relación que la planta y el germen, o el ver y el tener los ojos cerrados (cuando se posee la capacidad de ver).

C.1) POTENCIA
Etimológicamente proviene del latín “potentia” que a su vez proviene de “posse” (poder), que significa: la capacidad de poder hacer. Sus acepciones pueden ser:
Activa: es una cualidad del ser, ser poderoso, etc. Es sinónimo de energía.
Pasiva: es la concreta posibilidad de llegar a ser algo real, existe siempre y cuando la naturaleza del ser lo permita.

La potencia, en su acepción pasiva, es la correcta. Es la posibilidad o capacidad real de ser o devenir alguna cosa, es aquello que todavía no es pero puede llegar a ser. Por ejemplo: un círculo no está en potencia de ser un cuadrado (es algo real en el ser, no es simple carencia).
C.2) ACTO
Etimológicamente proviene del latín “actus” del verbo “agere”, es la acción, lo logrado, lo acabado. El término “acto” también involucra dos nociones:
Acto secundario: es el acto como obrar u operación, como actividad.
Acto primario: es lo determinado, lo perfecto.

En este caso, la acepción primaria será la correcta. El acto es la perfección o determinación para lo que se está en potencia. Los seres finitos creados son acti-potenciales. Siempre están en potencia de nuevos actos.
En el caso del ser humano, por ejemplo, podemos decir que se es humano en acto, ontológicamente, mientras éste mantenga la esencia que lo caracteriza como ser humano. A su vez también podríamos decir que temporalmente el hombre está en potencia de actualizar ciertas potencialidades, como por ejemplo: el hecho de salir a trotar todos los días, lo haría más sano.
Pero, esencialmente, ¿qué es lo que caracteriza al ser humano? ¿Qué hace que un ser humano sea lo que es, y no otra cosa?

D) DE LA ESENCIA DE LOS SERES: TEORIA HYLEMORFICA

D.1) EL ENTE LIMITADO EN LA DURACIÓN

Previo a todo, debemos señalar que el hombre forma parte del universo de los seres existentes limitados en su duración, es decir, el hombre es un ser finito. En virtud de ello, debemos primero saber cuál es la composición esencial de los entes finitos.
El problema del conocimiento del ser y de su esencia se presenta en una doble faceta. En primer lugar, se debe señalar que el ente particular no es mera existencia desnuda de contenido esencial, ni pura esencia desprovista de existencia.
A su vez, por una parte, podemos decir que existe un orbe dotado de unidad entitativa en términos esencialmente múltiples; y por otra parte, podemos apreciar un orden (al lado de muchos otros) con unidad esencial, de términos singulares. ¿Qué significa esto? Que existen las universalidades y las singularidades. Hay que distinguir entre la especie, el singular, y los otros singulares.
El singular no trasciende la perfección de su especie, sino que se conforma con realizarla. Por ejemplo, específicamente, Pedro, no es ni más ni menos perfecto que “el hombre”. Sin embargo, su esencia genérica, la de “hombres”, sigue siendo la misma y es imperfectible, ontológicamente hablando, ya que es perfecta simplemente por el solo hecho de ser lo que es.
Desde el punto de vista fenomenológico, el ente limitado en la duración, expresa un simple acabamiento del ente en su modalidad actual.

D.2) DOS POSICIONES INSUFICIENTES

De lo expuesto se desprende una cierta tensión metafísica de equilibrio constitutivo a base de dos ingredientes:

1)El principio de especificación: expresivo de la razón real de la perfección específica y
2)El principio de singularización: expresivo de la razón real del modo singular con que aquella perfección es poseída.

En base a estos dos principios han surgido monismos materialistas que consideran que el ente es pura materia y han surgido monismos espiritualistas que consideran que el ente es puro espíritu.
Para el materialismo, toda forma y energía es materia. El materialismo se basa en el principio de conservación (nada se pierde, todo se transforma). La materia es sustancia original y originaria, es fundamento de la existencia del universo, todo lo que acontece en el mundo es simple manifestación o forma de la materia. Ejemplo: los panteistas, Hobbes, los evolucionistas, Marx, etc. En la vereda opuesta, el espiritualismo comprende fácilmente que el materialismo metódico debe ser completado con la consideración del elemento formal, pues sólo así podrá comprenderse la peculiaridad de los objetos estudiados, su forma. Pero el verdadero ser, para el espiritualismo, es puramente espiritual y no tiene nada de materia, tampoco en la materia se sostiene. Ejemplos: Berkeley, Leibniz, Hegel.
Ambas posiciones son insostenibles por la negación de una postura contra la otra y pueden ser rebatidas con la evidencia de los hechos.

D.3) EXISTENCIA DE LA ESTRUCTURA DE MATERIA Y FORMA

Esta es la solución superadora de ambas posturas extremas precedentemente mencionadas. Hay que llegar a una concepción estructural de la esencia de los entes particulares e inscribirlos en órdenes específicos y limitados en la duración. El ente particular, tanto como singular inscripción en un orden espiritual y como limitado en la duración, exige una estructura esencial.
La teoría intenta explicar la composición esencial de los entes particulares. Hasta ahora, sabemos que el ente particular es estructurado en:
a)Esencia. Esencialmente es real, porqué: 1) Ontológicamente es una totalidad singular formando con otros un orden específico, y 2) Gnoseológicamente hay un doble objeto, el conocimiento abstracto de su perfección específica y el de su nota de singularidad.
b)Acto y potencia: la interna estructuración como unidad absoluta la dan estos principios, son elementos que se comportan entre sí como lo determinable y lo determinante. Son principios que explican el movimiento del ente.
c)Materia y forma: 1) A todo principio real de determinación, a todo acto, se lo llama forma, 2) La materia es todo principio real de determinabilidad, toda potencia en el ámbito de la esencia estructurada.

Los principios reales de estructuración que hemos llamado potencia y acto deben ser expresados, en el plano de la esencia, por los términos de materia y forma. En cuanto a entes finitos, la estructura hylemórfica es una necesidad. Ello, por cuanto varios individuos participan en la misma perfección específica. En este sentido, hablamos de una formalidad estructural, es decir, de la Forma Sustancial del ente. Es el principio metafísico que identifica la especie. Por otra parte, la esencia existencializada se diferencia de los otros individuos en función del principio metafísico de la Materia Prima, que distingue a cada uno de los entes.
Es decir que por la forma varios entes pueden ser hombres, por la materia, los hombres pueden ser varios, por ejemplo: Pedro, Juan, Jorge, etc. Todos ellos comparten la esencia de “humanidad”, sin embargo sin diferentes entre sí.
En definitiva, la Materia Prima y la Forma Sustancial no son entes ni otras realidades, fuera de la esencia que con su unión constituyen, materia y forma no son. En el seno de la esencia son principios reales indisociables mientras la esencia dura.
Abrazadas y complementadas, materia y forma constituyen la esencia, ese principio ontológico cuya estructuración con el principio de existencia da lugar a la estructura fundamental del ente particular.

D.4) NATURALEZA DE LA ESTRUCTURA DE MATERIA Y FORMA

La esencia, en cuanto a entes finitos se refiere, no es la forma misma. La forma tiene fundamentalmente dos funciones, en primer lugar, recibe el ser de la existencia, y en segundo lugar, otorga el ser a la materia. La forma da a la existencia limitación y da a la materia especificidad, recibiendo singularidad. La forma es el acto de la esencia. Hace a la materia ser en acto. Por ello, es el principio de perfección y especificidad.
La materia, en cambio, se muestra como principio de potencialidad y de singularidad. No existe por sí misma sino por la Forma. Tampoco puede ser conocida por sí misma. La Materia es el sujeto de la Forma y su función es equivalente al de la potencia, sólo es ser en potencia.
Cuando hablamos de un ente finito, existente, estamos hablando de una esencia que se constituye en una relación de compenetración de Materia y Forma. Tal es así, que hay una causalidad recíproca: La Materia es causa de la Forma sustentándola como sujeto en el cual existe, y la Forma es causa de la Materia haciéndola existente en acto. Existencializadas, la Materia y la Forma constituyen una esencia particular, concreta y singular.

D.5) CONSIDERACIONES IMPORTANTES SOBRE LA MATERIA Y LA FORMA

La materia (“hyle”) configura el principio real de determinabilidad totalmente indeterminado, es pura potencia, puede ser cualquier cuerpo; es el sujeto de la forma y principio de singularidad. Es el sustrato común a través de todos los cambios sustanciales. La forma (“morphe”) es el principio real que actualiza, determina, especifica, da el ser a la materia prima, la estructura, la hace ser y ser tal.
En el ente finito, la esencia es una unión entre materia y forma. Se causan recíprocamente, la materia es causa de la forma en cuanto es su sujeto en el que existe, la forma le da el acto a la materia.
A partir de lo precedentemente expuesto, pueden surgir diversas consecuencias en el plano metafísico. Por ejemplo, podemos reconocer la existencia del cambio sustancial.
En el cambio sustancial, una nueva forma se educe de la materia prima, actuada por la forma anterior, bajo la acción de una causa externa (ej. sol, calor, etc.) que la hace pasar de un estado potencial a otro. Es importante resaltar que la forma no se transforma, sino que se extingue y surge una nueva. Asimismo, en el cambio accidental no se transforman los accidentes, sino que la sustancia cambia únicamente en sus accidentes. Adquiere nuevas formas accidentales para lo que estaba en potencia (ej. un hombre no convierte el vicio en virtud, sino que pierde el vicio y adquiere una nueva forma o acto accidental que es la virtud).
De lo precedentemente expuesto, debemos señalar como válidos algunos corolarios. Por ejemplo, la materia prima no puede existir autónomamente. Si existiera ya tendría determinada forma y sería materia de “tal cosa” (materia segunda). También se puede afirmar que la forma es acto. Por lo tanto, es superior a la materia porque tiene cierta perfección, aunque sea la de un grano de arena. Asimismo, la materia segunda está actualizada por la forma sustancial, está en potencia de recibir también otros actos o determinaciones accidentales, por ej. de cualidad, cantidad, lugar, etc.
Al margen de los entes finitos, podemos decir que la forma pura sí puede existir. En este caso no estamos hablando de seres con una duración limitada en el tiempo. Podríamos mencionar por ejemplo a los ángeles. Además, no sería contradictorio (y de hecho sería necesaria) la existencia de una Pura Forma (Dios).
Volviendo a lo que son entes creados, existen formas que no pueden existir separadas de la materia. Son formas que se encuentran relacionadas intrínsecamente con la materialidad. Por ejemplo: un malvón. Sin embargo, otras formas sustanciales sí pueden existir separadas de la materia, pero en un estado incompleto (ej. el hombre, porque tiene un alma espiritual que no pierde lo adquirido, su forma no está relacionada intrínsecamente con la materia, sino que es una forma espiritual). La forma sustancial del hombre subsiste con su individualidad personal, y a la materia primera le advienen nuevas formas sustanciales. De la materia prima sólo puede provenir formas sustanciales materiales (el espíritu es superior ontológicamente a la materia).
E) LA ESTRUCTURA DE ESENCIA Y EXISTENCIA

E.1) INTRODUCCION
El hombre es parte de un universo de entes. Antes de adentrarnos en la esencia humana, debemos continuar nuestro desarrollo en base a lo que es la constitución esencial y existencial del “ente particular”. En primer lugar, debemos decir que el ente particular goza de ciertos aspectos que tienen relevancia ontológica, como por ejemplo: finitud, limitación, movilidad, actividad, ordenación.

Estáticamente considerado, es un ente que se nos ofrece por su misma identidad, como una unidad distinta de otras (“in facto esse”) y como algo limitado en la duración (“duratio in esse). Pero también notamos en la naturaleza que estos entes están ordenados a una meta, tienen una tendencia al movimiento.
La estructura de esencia y existencia explica principalmente el problema referente a la finitud. Pero... ¿Qué es la finitud? Ese interrogante metafísico es el problema con el que primero nos topamos. Los entes particulares se encuentran multiplicados en distintos grados de perfección; y por otro lado existe una universalidad del conjunto. No hay una mera co-existencia de finitudes de distinta naturaleza, sino que además hay cierta solidaridad en la diversidad.
Es decir, la finitud, como limitación entitativa, presenta al ente en cuanto “tal”, por oposición a otros “tales”. Si bien, se separa y se distingue de los demás, ese ente comparte un parentesco ontológico con los demás. Todos ellos, existen. Para conocer exhaustivamente a un ente finito hay una doble cuestión a responder: si existe, y qué es (esencia).
Ambas cuestiones constituyen a la mismidad del ser. La existencia de una estructura entitativa no implica sólo el simple hecho de tener realidad fuera de la nada, sino a esa perfección fundamental que todo sujeto realiza según determinado acto. La esencia es el modo, grado o medida según la cual compete a cada cosa existir.

E.2) SER

¿Qué podemos decir del término “ser”? En primer lugar, el ser del ente particular nos muestra una dualidad de esencia y existencia. El existir no es realizado por los entes particulares según toda la plenitud de que la perfección existencial es capaz, sino según un modo tal, limitado y diverso para cada tipo.
Por otra parte, se debe admitir la aparición de un primer problema: el concepto de “ser” puede resultar ambiguo. Previo a analizar el término, debemos aclarar una cuestión preliminar: los distintos términos.
Existen términos que son unívocos, éstos son conceptos que necesariamente identifican a un mismo ser sin duda alguna. Ello, en razón de que se realiza en todos de la misma manera (por ej. el concepto “lápiz”).
Un término equívoco es aquél concepto que varía en su significación, ya que se realiza en todos de manera distinta o diversa (por ejemplo: el término “gato”, podemos estar refiriéndonos a la herramienta que sirve para levantar autos o a un animal).
La tercera categoría son los términos “análogos”. Dentro de ésta categoría se ubica el término “ser”. Es un término que si bien es uno solo, se realiza en todos los seres de un modo diferente, pero comparten un sustrato común. El término “ser” se aplica a todo lo que es, a todo lo que le compete existir. Por ejemplo, la piedra, el perro y el hombre, “es”. Les compete “ser”. Aunque sean diferentes entre sí.
Dios es el analogado principal, quien participa de su existencia a los demás seres. Dios es Pura Forma, Puro Acto, es el Motor Inmóvil.

E.3) ESENCIA
La esencia es aquello que hace que una cosa sea lo que es, y no otra. En relación a este término existen diversos conceptos, como por ejemplo los amplios: como lo primero inteligible, lo conocido, o lo definible. Pero en un sentido estricto, esencia es lo que la cosa es y se diferencia de las demás. Por ejemplo, un triángulo es una figura geométrica de tres lados y tres ángulos; el hombre es un animal racional, etc.
En conclusión, la esencia es aquello por lo que algo es lo que es (tal) y se diferencia de cualquier otro. Además, la esencia es necesaria, no puede no ser, sino, sería otro.
La esencia, en cuanto pensada, es universal, ya que es captada por la inteligencia. Conocemos el concepto de “ser humano”. Pero la esencia existencializada, es individual, real, es captada por los sentidos, vemos a Juan, Pepe, Jorge, etc.
La existencia, es aquello que hace que la esencia exista realmente y efectivamente fuera del pensamiento. Todo ser creado tiene esencia y existencia.

E.4) LA TEORIA DE LA PARTICIPACION

Según Josefa Sáez de Salassa, el Ser Imparticipado es aquél que otorga o da perfección. De las cosas puede decirse que son o no son, que tienen esencia o no la tienen. Si no tienen esencia, no tienen ser, son nada. Si en cambio, tienen esencia, son, y los denominamos genéricamente “seres”. Los seres, a su vez, pueden tener o no tener “existencia” o acto de ser (esse). Una esencia existencializada es un ser.
Cuando hablamos de “participar” nos referimos a dos aspectos de una misma acción, dos caras de una misma moneda. Existe un acto de dar y otro de recibir. En ambos casos se requiere de un sujeto activo, el participante, y de un sujeto pasivo, el participado.
Participar “es como tomar parte; y por esto cuando alguien recibe particularmente lo que pertenece a otro universalmente, se dice que participa de aquello” (Santo Tomás de Aquino, In Boeth de Hebd, lect. 2, cfr. In Ep. Ad Hebr., VI, Lect. 1).
Para Cornelio Fabro, en “Partizipazione e Causalitá” (p. 630), "Participar" (...) de "partem capere, partem habere (tomar parte, tener parte)" y partem dar, partem comunicare (dar parte, comunicar parte" tiene dos significados opuestos, los cuales convergen en un significado común, aquello de "presencia”, porque ya sea el que da como el que recibe realizan una presencia o se hacen presentes el uno al otro.
La participación se presenta, por lo tanto, como realización de una presencia y constituye por eso la relación metafísica fundamental en sus dos momentos sensoriales de "unidad" y "diferencia" que el Uno tiene hacia los muchos y los muchos tienen hacia el Uno: gracias a la dialéctica de la participación el Uno puede encontrarse CON y EN los muchos, quedando en sí indiviso, y los muchos pueden estar juntos en el Uno, aun quedando éste distinto a ellos, a causa de la "diferencia" (...) originaria entre el ente (ser: finito) y el Ser (Esse purum subsistens: Esse puro subsistente).
Los entes participan del Ser y esto significa que su ser no es el Ser: la diferencia es la participación misma: los muchos son "otros" (distintos) del Uno, pero no fuera del Uno.
Gracias a la "diferencia" el Ser y los entes están a la vez en la MÁS ESTRECHA PERTENENCIA Y EN LA MÁXIMA DISTANCIA: "participar" es tener-junto, pero a la vez no ser el acto y la perfección de quien se participa, precisamente porque se participa solamente.
La existencia es aquello que es, lo que está fuera de la nada. El “Esse”, es el Acto primero de Ser (el acto de todos los actos) por el cual algo existe o está fuera de la nada. Es la fuente de todos los otros actos (actos segundos). Sabemos que el ente finito es una estructura indisociable de esencia y de existencia en la cual hay un despliegue en donde se existencializa una esencia y se esencializa la existencia. En base a esto han surgido posiciones contradictorias e insuficientes, como por ejemplo la del existencialismo, que considera el hombre sólo es una existencia (la existencia precede a la esencia y es un acto original, una espontaneidad arrojada al mundo); y la del esencialismo, que sostiene que el hombre es una esencia en proceso hacia la existencia (la esencia es un movimiento que es fuente de la existencia).
Ambas posturas son insuficientes, ya que no se puede disociar dos elementos indisociables. El hombre primero no existe y luego es “esto”, o contrariamente que el hombre primero es una esencia y luego existe. La esencia y la existencia son producidas al comenzar el ente a ser. La esencia y la existencia no son miembros articulados ni partes ensambladas del ente finito, sino que es un todo metafísico. El ente particular finito está compuesto realmente por la estructura de esencia y existencia. La existencia es limitada y se comporta como acto entitativo, es determinante. Además, es “tal” ser limitado, y se comporta como potencia entitativa, es determinable. Esencia y existencia no preceden ni siguen al ente, surgen con él, y él con ellos. Hay integridad del ente, pero se distinguen, no se identifican.
En la participación, el ser activo no pierde en su existencia, pero perfecciona a la esencia participada. El acto de tomar parte enriquece al ser participado. Además, los distintos entes participan de distinta manera y en distinta medida del ser participante, ello depende de la esencia propia de cada uno de los entes existentes.
Por todo lo precedentemente expuesto, se señala que de los seres finitos existentes, es el hombre quien tiene una mayor participación, y que es de la máxima dignidad ontológica subsistir en la naturaleza racional. Ahora bien, esta conclusión permite avizorar consecuencias en el plano social y jurídico que deben respetar el origen y esencia del ser humano.

CAPITULO II - LA DIGNIDAD HUMANA SEGÚN LOS PRESUPUESTOS METAFÍSICOS



LA PERSONA

Según Santo Tomás de Aquino, “persona significa lo que es más perfecto en toda la naturaleza; a saber, lo subsistente en naturaleza racional... es de la máxima dignidad subsistir en la naturaleza racional, por esto todo individuo de naturaleza racional es dicho persona”. Para Boecio “persona es la subsistencia individual de naturaleza racional”. A éstas definiciones, podríamos agregar también que la persona es un ser subsistente, ontológicamente incomunicable, dotado de naturaleza racional. De lo expuesto, podemos decir que la persona es un ser sustancial, individual y racional.
SUSTANCIA: Con el término “sustancia” queremos expresar “sujeto de existencia” o “sujeto subsistente en sí mismo”. No necesita de otra cosa a que adherirse o sobre la que sostenerse para existir. Ello es así, porque tiene su esse (acto de ser) en forma autónoma.
De ese ser brotan y se unifican todos sus actos segundos (por eso la persona no es algo que se adquiere con el tiempo), sino sería un ser accidental. Se es persona desde el mismo momento en que empieza a existir. Cuando hablamos de sustancia, no estamos hablando de algo material, sino de un principio metafísico que hace que dicho ser sea una subsistencia con posibilidad de cambio (sustancial o accidental).
INDIVIDUAL: Significa que al ser sustancia real es indivisa en sí misma y distinta de las demás. Es singular, completa, y separada de otros. Esto significa que es ontológicamente incomunicable. La esencia específica (de género) puede comunicarse a muchos individuos (en el caso del hombre la naturaleza humana se comunica a muchos hombres). Pero la esencia individuada, por su acto de ser, no es ya ontológicamente comunicable (este hombre es únicamente él y no otro).
Es decir que los hombres son iguales en cuanto a naturaleza, pero son distintos en cuanto a personas. Así, persona está señalando la originalidad de cada uno. Una originalidad tan profunda cuya novedad no se puede comparar con nada.
El ser sobre lo que está constituida la persona es un sujeto concreto y misterioso. Es irreductible a cualquier otro, y no podemos conocer la propia individualidad personal más que de una forma experiencial, en la vivencia del “yo” o del “tu”. Esto indica la incomunicabilidad ontológica.
El individuo humano tiene conciencia de sí mismo, experimenta su propia singularidad original. Tiene la capacidad de estar presente a sí mismo. A su vez, cada uno de nosotros nos experimentamos a nosotros mismos como un “yo” único, singular e irrepetible: cada persona vive lo suyo sin poder ponerse en el lugar del otro, esto caracteriza al hombre como un individuo solitario y genera esa sensación de “pequeñez” en cada uno de nosotros.
Además, el “yo” cumple dos funciones de las cuales tenemos plena conciencia, en primer lugar, es vivenciado como el centro originante y unificador de mis operaciones (ej. “yo... estudio”, “yo... soy abogado”, “yo... etc.”). En segundo lugar, es vivenciado como el centro diferenciante (destacando el “yo” de todo lo que no es el “yo” (ej. “lo otro”).
La incomunicabilidad ontológica no impide que el ser humano sí pueda comunicarse psicológicamente, gnoseológicamente u éticamente. Al contrario, por ser racional se abre por el conocimiento y la voluntad al otro, al bien común familiar, político, religioso, social, etc. Por eso decimos que el hombre es “espíritu en carne en el mundo”.
Por otra parte, la subsistencia de la persona, no se relaciona con la “quietud” o la independencia absoluta de la causa creadora. De hecho, el hombre tiene un “esse” por participación, por lo que depende esencialmente de la causa primera. Además, puede sufrir cambios accidentales que no afectan al YO.
El hombre tiene autonomía y señorío sobre el propio ser, y su individualidad es una conquista que se hace día a día. La realización es más plena cuando el ser humano no se masifica o se iguala a otros. La identidad personal se perfecciona cuando ese “YO”, ese ser en intimidad, realiza un movimiento inmanente a su espiritualidad, pero también cuando trasciende, cuando se da al otro. Éste es un dinamismo propio de la persona que tiene a perfeccionar las potencias que hacen al ser humano más plenamente humano. Cada persona es un “fin en sí misma”: no es un medio, su naturaleza y su individualidad permanecen a lo largo de los cambios accidentales.
RACIONAL: Es aquello que fundamentalmente hace posible la conciencia que el hombre tiene de sí mismo como “yo-sujeto”, distinto del “mundo-objeto”. La sustancia espiritual es capaz de tener conciencia de sí y es capaz de auto posesión, es decir que dispone autónomamente de sí. Tanto por el conocimiento como por la libertad (a diferencia de un animal). Por eso es que se es persona aunque accidentalmente no tengamos conciencia. Las sustancias cerradas sobre sí mismas como una planta o un animal son sustanciales, pero no saben que lo son, no tienen conciencia de su totalidad y unidad (ej. el perro no se autoposee). Esto es una señal importante para identificar aquél ser cuya “forma” es espiritual, de aquél cuya “forma” está intrínsecamente relacionada con la materia. El hombre tiene una forma espiritual porque las características de su esencia demuestran que las facultades de la inteligencia y de la voluntad sólo pueden provenir de “algo” espiritual, y no de la materia (lo menos no produce lo más).
Al haber una mayor participación en el “Esse”, hay una mayor perfección. Por eso es un fin en sí misma, la máxima dignidad es por la espiritualidad de la forma no inmersa en la materia. En valor, el hombre supera a todo el mundo material. El hombre no sólo origina un lenguaje significativo, sino que además su valiosidad hace que incluso cada persona sea digna de ser nombrada por su propio nombre. Sólo el hombre tiene “vida personal” (se es biográficamente “alguien” no sólo racionalmente). El hombre debe entenderse como un grado de la más plena participación del ser.
Entonces, la dignidad humana, es algo que se encuentra inscripto en la esencia humana. La esencia humana no se puede quitar. El hombre, deja de ser hombre, ontológicamente hablando, sólo cuando deja de ser una unidad substancial de cuerpo y alma espiritual. Éste momento, sucede cuando adviene un cambio sustancial, cuando la forma se separa de la materia, es decir, con la muerte, que es el último acto de vida.
Sin perjuicio de lo precedentemente dicho, el “YO” es capaz de subsistir, ya que el alma racional es naturalmente espiritual, no vuelve a la pura potencialidad de la materia, sino que es capaz de sobrevivir, pero esto, es ya otro tema…


CAPITULO III - LA DIGNIDAD HUMANA Y SUS COROLARIOS SOCIALES



“La metafísica intenta penetrar en lo más profundo de toda realidad, con el propósito de mostrar las estructuras, principios y líneas directrices que están en todo lo que es”

Rodolfo L. Vigo (H.)

Ya conocemos cual es la naturaleza del hombre y cuáles son sus principios constitutivos. Sin embargo, el hombre continúa atentando contra su propia dignidad de ser humano. Suena absurdo, y lo es. Lo que seguirá es simplemente un intento por explicar las causas y los motivos de semejante actitud.
En la actualidad se ha generado una convergencia de diferentes modos de pensar, que derivan en un relativismo total, en un individualismo absoluto, en un materialismo atroz y en un nihilismo suicida.
Comencemos con algunos conceptos, ¿a qué nos referimos con “dignidad humana”? Para contestar esta pregunta debo decir que, al tener en cuenta que quienes estamos leyendo este trabajo somos seres humanos, debemos ser conscientes que al tener esta condición, somos entes capaces de “intus-legere”, tenemos inteligencia, y lo primero que se le presenta a nuestra inteligencia, es el ser. Ahora bien, este ser puede ser analizado desde distintos puntos de vista, nos podemos preguntar acerca de su esencia, acerca del cambio que sufre, acerca de su sustancia, de su existencia. Sólo sabremos qué tan dignos somos si sabemos algo acerca de nuestro ser, algún indicio que nos permita saber “qué” es, en esencia, nuestro ser.
Tengamos en cuenta que la metafísica abarca el estudio del ser en su más profundo sentido y cabal entendimiento. Ahora bien, debemos advertir que las ciencias modernas tienen un grave defecto, se han alejado del ente, y lo han reducido a nuestro conocimiento del mismo. Es por ello que se pretende basar la filosofía en los modos de conocer de alguna ciencia particular.
Quien dio comienzo a esta forma de pensar fue Descartes, pero inevitablemente debemos contradecirlo, diciendo que toda ciencia particular se relaciona con la metafísica en forma casi subordinada, ya que la misma sirve de basamento a aquéllas, y que al tener la filosofía por objeto el ente en cuanto ente, su objeto es el fundamento de los modos y parciales de ente que son objeto de las ciencias particulares.
Por otro lado, he mencionado el concepto de “derechos humanos”, ¿a qué nos referimos exactamente con estas palabras? ¿Acaso todos los derechos no se supone deben ser humanos? Curiosamente, estos términos parecen ser utilizados actualmente, por lo menos en nuestro país, como sinónimo de doctrina de tinte marxista, pareciera ser que cada vez que hablamos de “derechos humanos” nos estamos refiriendo a un pensamiento que se relaciona con la doctrina de la denominada “izquierda”. Ahora bien, si nos circunscribimos a lo que realmente significan estas palabras, debemos hacer un análisis un poco más exhaustivo.

ALGUNAS DE LAS CAUSAS QUE HAN EROSIONADO LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

A) DESCARTES Y EL CONCEPTO DE “COGITO”
Como mencioné anteriormente, fue Descartes quien introdujo un concepto que fue erosionando todos los logros de la filosofía aristotélica, introduciendo el “cogito” a modo de reemplazo de los viejos basamentos por otros “modernos”.
Una de las características que diferencian al ser humano como ser humano es la inteligencia. Ahora bien, nuestra vanagloriada etapa pos-moderna se ve imbuida del pensamiento moderno, en el cual autores interpretaron que el progreso “ad-infinitum” del ser humano es inevitable, elevando lo que sería la razón humana a la condición de razón divina, pretendiendo elevar la condición humana a un ser iluminado como si fuera una divinidad autosuficiente, lo que en realidad no le corresponde. Los resultados de tal ecuación son, entre otras cosas, dos guerras mundiales. ¿Nos arriesgamos a decir que la inteligencia es lo que hace que una persona sea lo que es? Por ahora, dejemos la pregunta planteada.
Podemos comenzar aclarando que ontológicamente hablando, todo ser existente, por el mero hecho de existir (“mero” en este caso como sinónimo de “simple”, ya que no es poca cosa existir), es bueno. Es decir, toda “creatura” es buena en sí misma, por el sólo hecho de existir, ya que ha requerido necesariamente de una Causa Primera que le diera la existencia en algún momento. Dios se caracteriza en su esencia metafísica como “Ipsum Esse Subsistems”. Las cosas creadas reflejan (en cuanto son efectos de su creación) la perfección de Dios.
El caso del hombre no es una excepción, el hombre es bueno en sí mismo, entendido en forma ontológica, si bien existencialmente el hombre sí puede ser malo, debido a que éticamente tiene la posibilidad de elegir a lo largo del transcurso de su vida, ya que es un ser con la capacidad de elegir (tiene libertad, en el sentido de libre albedrío), y no tiene asegurado por el sólo hecho de elegir, el elegir bien. Como hemos visto en el capítulo precedente, el hombre Moralmente hablando, sí puede ser malo, puede degradarse, puede comportarse en forma tal que esté denigrando la calidad humana de su existencia, a diferencia de lo que puede hacer un animal, que básicamente se comporta como un animal y lo hace siguiendo su naturaleza, sin la posibilidad de comportarse de otra manera. El hombre, moralmente hablando, es capaz de ser menos de lo que en realidad debiera ser; pero ontológicamente hablando, el “ser” que implica el ser un hombre (parece una redundancia pero no lo es) nunca cambiará, es inmutable, es permanente, es una dignidad que no puede ser quitada.
Ahora supongamos que la inteligencia hace que un ser humano sea lo que es y no otra cosa, en este caso el hombre también puede atacar su propio ser, la existencia de sí mismo de sí mismo, pues el sistema instaurado provoca la locura existencial del hombre. Pensemos en la vacuidad existencial reflejada en la aceleración de la vida, en la violencia contra el entendimiento humano, la velocidad con que se ataca a la vida, la diversión, el trabajo. Tomemos por ejemplo un día cualquiera: dormir, levantarse, comer, trabajar, divertirse, viajar, todo vivido a un ritmo casi frenético, casi sin posibilidad de un verdadero descanso. Al mismo tiempo el hombre pretende ser un conglomerado de datos, de noticias, de imágenes (un individuo bombardeado de información), no un verdadero ser inteligente y pensante. En fin, si seguimos con la hipótesis de que la inteligencia es lo que hace a la esencia del hombre, el hombre de cierta forma está atacando su propia dignidad. Sin embargo, no considero que sea la inteligencia lo que haga que un hombre sea esencialmente lo que es.
Todo ser en la medida en que es, está en acto, y esto implica cierta perfección, y la existencia del hombre en forma actual no sólo se expresa en perfección, sino en un grado de perfección ontológica mayor a la de un vegetal o a la de un animal. Esta perfección ontológica no se expresa por su pensamiento, que es en cuanto operación un accidente necesario e inherente al ser humano, pero que no constituye su esencia.
Para que quede más claro: el pensamiento, entendido como una operación, es de índole accidental, ya que el hombre está constituido por una causa formal sustancial que es su alma espiritual racional, que es la que informa a su materia y la funda como el ser humano que debe ser, por lo que el acto de pensar es propio del hombre en cuanto espiritual, pero no es su constitutivo metafísico esencial. En este sentido, sí podemos decir que el alma humana es racional y espiritual y por ello, en esencia, el hombre es también racional. Sin embargo, esto no quiere decir que el hombre no sea ser humano cuando se encuentra imposibilitado de realizar operaciones racionales debido a condicionamientos externos que pueden generar frenos al raciocinio, como por ejemplo una persona que se encuentra en estado de coma. En la esencia de su ser, existe una forma sustancial que es su alma espiritual racional; sin embargo, en lo que se podría decir la praxis este individuo no puede realizar operaciones de discernimiento. Entendidas de esta manera, estas operaciones no hacen a lo que consideramos la esencia de su ser, sin embargo, la forma sustancial sigue vigente y en potencia.
Sí podemos decir que la inteligencia nos sirve para reconocer un ser y preguntarnos por él, para saber lo que un ente es, es decir, nos posibilita la captación de su esencia, según el ente o ser que se nos presente. Y esto es así, porque naturalmente la inteligencia tiende hacia la verdad, de la misma forma en que la voluntad al bien. Asimismo nos damos cuenta que los distintos entes tienen distintas esencias, que no todos son iguales, que tienen naturalezas diversas, no es lo mismo un hombre que un animal, ni es lo mismo un animal que una planta.
Como dije anteriormente, la inteligencia nos posibilita el conocimiento del ser. En el caso del hombre, podemos concluir que éste tiene un alma, no la podemos captar directamente, pero sí en forma indirecta por sus operaciones, y podemos saber que es un alma superior a la de un animal y a la de un vegetal; un alma racional que asume en forma eminente las funciones de las almas inferiores, como las que he mencionado.
Más allá del constante bombardeo de datos y los enciclopedismos, lo que se debe intentar en realidad, es buscar la verdad.


B) ENDIOSAMIENTO DE LAS CIENCIAS PARTICULARES

Como ya he mencionado, las ciencias particulares en realidad “clavan sus raíces” en la metafísica. Pero hay quienes no soportan esta aseveración y, de alguna manera, les parece que lo que estoy diciendo es una afirmación totalmente autoritaria.
Por ejemplo, en los ámbitos universitarios existen estudiantes de la carrera de comunicación social, que tienen cierta tendencia al enaltecimiento de la sociología como materia o ciencia “súper – poderosa”, a la que consideran superior a la filosofía y a la teología, reduciendo lo que es el análisis del ser humano a meras condiciones de tiempo y lugar. La sociología como ciencia es buena por sí misma, pero es mala su consideración de ciencia superior a la filosofía, pues de ésta manera se desemboca en el sometimiento de las verdades objetivas al relativismo histórico.
Tenemos por ejemplo al biólogo que cree que su ciencia es la única verdad, al matemático que considera que su ciencia es la única verdad, al ingeniero nuclear que cree lo mismo, al abogado, al físico, al psicólogo, cada uno desde su óptica cree que su ciencia es la única verdadera. En fin, son un puñado de visiones parciales de la realidad elevadas a la categoría de ciencias universales. Incluso se ha pretendido dar a la filosofía una utilidad a modo de ciencia particular, dejando de lado la visión cabal que nos puede dar acerca del hombre.
Las ciencias particulares “endiosadas” se comportan como una especie de filosofía inmanente en la cual ya no nos preguntamos por las causas ni por el ser, sino que se reduce a propósitos para comprobar verdades surgidas de la experiencia, parcializando la realidad y circunscribiéndola, elevando estos datos como verdades absolutas. Seguramente un amante de este estilo de pensamiento diría: “¿Qué es esto de estar hablando de fundamentos autoritarios? ¿Qué clase de pensamiento arcaico es este?, Ahora lo que vale es la libertad, está bien que creamos que cada ciencia es universal por sí misma, está bien que el mercado determine filosóficamente lo que es el hombre, está bien que creamos en un individualismo “creativo” que no acepte autoritarismos. Está bien que el alma se repliegue. ¡Qué el cuerpo ocupe el lugar de privilegio de una buena vez! ¡Qué las verdades objetivas estén de una vez por todas al servicio de nuestros gustos, de nuestros sentimientos, de nuestra propia subjetividad! ¡Basta de tiranía!”.

C) DERECHOS HUMANOS Y DIGNIDAD HUMANA

Según lo desarrollado hasta ahora, podemos decir que el derecho no es una excepción con respecto al “endiosamiento” de las ciencias particulares, como así tampoco es errado decir que a lo largo de la historia se fue apartando de lo que en realidad enseñó Aristóteles y Santo Tomás, ya que a partir del siglo XIX se fue alejando del ser.
El saber jurídico se nutrió de Descartes, de su racionalismo, pero también se nutrió de Grocio y de su creencia en el derecho. No es cierto que el derecho sea un conglomerado de normas positivas, el derecho requiere de un fundamento, no es una convención dada entre diversas personas en determinado tiempo y lugar. Entonces, ¿qué es el derecho? Para saberlo necesitamos hacer un estudio metafísico, porque como dije antes, toda ciencia particular se ancla en la filosofía, y no puede no ordenarse a ésta.
Por ahora tenemos una idea vaga acerca del derecho y del hombre, sabemos que el hombre es un ser con una esencia determinada, el derecho también es un ente, pero sabemos que el derecho existe porque existe el hombre, es decir, si no existiera el hombre, si no hubiera ser humano, no existiría derecho. Con lo cual podemos afirmar que el derecho es un ser accidental, es accidental porque existe en y por el hombre, y no en forma autónoma, como sí lo hace el hombre, quien es el sustento del primero. Con todo, es un accidente propio, que sigue necesariamente a la esencia del hombre. Ya sabemos algo acerca del derecho, su accidentalidad, pero no podemos seguir avanzando si no sabemos qué es el hombre. Si dijimos que la existencia del derecho es accidental con respecto al hombre, entonces debemos preguntarnos por la esencia del hombre, por aquello que hace que un hombre sea lo que es. Por ello debemos volver a los orígenes, para intentar re-construir lo que fue destruido, o sea, debemos volver a las raíces de la metafísica.
Continuando con nuestra línea de razonamiento, podemos decir también que el derecho se subordina a la existencia del hombre, por lo tanto es un ser jerárquicamente menor en cuanto a su existencia, y es por ello que se debe someter al mejor bien del hombre, es decir al bien común. Pero ¿cómo sabemos cuál es el bien del hombre? Será lo que lo perfecciona, lo que lo plenifica; la actualización de sus potencialidades. Es por esto que el derecho debe ordenarse al bien común político y, así, hacer posible el perfeccionamiento del hombre como ser humano. El derecho tiene que estar al servicio del hombre, de su plenificación en cuanto tal.
Para saber qué es lo que plenifica al hombre, debemos saber qué es el hombre. Parece una redundancia hablar de “derechos humanos”, pero básicamente se entiende que todo hombre, por la sola razón de su condición humana, posee derechos inalienables que deben ser amparados por las leyes. Esto no siempre fue así, de hecho, se requirió de una larga evolución para llegar a esta formulación actual. Desde la antigua Grecia se sostenía que la condición humana como tal no confería derechos, luego el cristianismo dio un paso importantísimo al proclamar la identidad sustancial de los hombres (con alma espiritual e individual). Sin embargo hubo también en la historia absolutismo y totalitarismo, y el papel del hombre se redujo detrás del estado. Más adelante, la ilustración influida por el racionalismo, pretendió hacer valer nuevamente los derechos humanos, como también posteriormente el socialismo dio gran impulso a estos conceptos y lo promovió con sus movimientos revolucionarios. Actualmente no se discute la existencia de los derechos humanos. Pero sí podemos discutir algo: su naturaleza, ¿provienen de un orden divino, de un orden moral, o simplemente se basan en la ley humana? ¿El derecho se aprueba por costumbre? ¿Su existencia es válida debido al consenso que hay en cuanto a la existencia de los mismos? ¿Existen gracias a su admisión por la institución política? Éste no es un problema menor.

D) PROBLEMAS COMUNICATIVOS
Dentro de este contexto, podemos relacionar el tema de los derechos humanos con otro tema de candente actualidad: la comunicación. Ésta es una característica inherente a la persona, pero me hago una pregunta: ¿se es hombre porque se puede comunicar, o hay algo anterior ontológico que fundamenta esta posibilidad? Es decir, ¿hace a la esencia del hombre la posibilidad de interaccionar con otro ser humano? Según lo desarrollado hasta ahora, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la respuesta es un rotundo “no”, la comunicación tiene una existencia meramente accidental al ser humano. Es decir, la comunicación existe porque existe el hombre, la comunicación por sí misma no es un ser que se sustente por sí mismo y a sí mismo, sino que existe en el hombre y por el hombre.
¿Por qué menciono la comunicación en un trabajo que trata sobre la dignidad humana y la participación? Sencillamente porque existen corrientes de pensamiento que son sumamente peligrosas. Siempre existe un lenguaje por debajo del lenguaje que deja filtrar un pensamiento que se inculca a los jóvenes (y a los no tan jóvenes) y éstos, casi sin percatarse del daño que están sufriendo, comienzan a asimilar nociones como por ejemplo “somos lo que somos en virtud de la comunicación” (afirmación que he escuchado y he leído en diversos textos), muchos dirán que quizá estoy exagerando, o bien que estoy sacando fuera de contexto la frase mencionada. Estoy seguro de no estar exagerando, ya que ideas filtradas de esta manera son altamente peligrosas y revelan la intención de identificar al ser humano con la comunicación misma, de manera tal, que se podría admitir la legalización del aborto y de la eutanasia, ya que, personas por nacer, personas adultas mayores, personas internadas en estado de coma, personas sordomudas y ciegas, son incapaces de comunicarse, por lo tanto no serían personas en rigor de verdad, sino animales o vegetales.
Motivos éstos los cuales también podríamos autorizar la experimentación con respecto a embriones concebidos en tubos de ensayo, ya que no se pueden comunicar, por lo tanto, podríamos decir que no tienen alma humana.
Ahora bien, supongamos que yo he sacado de contexto aquella frase oída alguna vez, pero por un momento supongamos que mi “mala fe” por convencerlos sobre estas ideas me ha llevado a mencionar en forma maliciosa esta noción que en realidad pretendió significar otra cosa. En este caso también existe una responsabilidad grave por parte del autor, porque simplemente no se pueden afirmar cosa semejante con tanta ligereza y sin tener en cuenta el gravamen casi irreparable que está causando.
El hombre, como sujeto, ya no es lo verdaderamente importante, ahora, el hombre es un componente del sistema comunicacional, ahora el hombre es un engranaje del mecanismo interaccional; el lenguaje, la comunicación y su interpretación es la ciencia de las ciencias. El nominalismo, por ejemplo, confió ciegamente en el hecho de conocer las individualidades, pero nunca supo lo que es real en el sentido de “el ser”. Para los nominalistas el “ser humano” es un término en el lenguaje; si se atomiza a los seres así, es imposible encontrar orden ontológico. ¿Estamos ante un nominalismo posmoderno que subyace aún en concepciones bien intencionadas pero cuyas consecuencias práctica son abismales?
Históricamente sostuvimos, en un principio, que el hombre es lo que es, luego sostuvimos que el hombre es lo que el hombre dice que es, y ahora creo que ni siquiera eso, parece que creemos que el hombre es lo que decidimos hacer con el hombre, más allá de la existencia de un orden natural.

CAPITULO IV - LA PERSONA Y SUS ARISTAS JURÍDICAS

El hombre es una unidad sustancial de cuerpo y alma racional, no es inteligencia, tampoco es lenguaje o comunicación, es un ser que por su esencia, tiende a trascender, a ir “más allá”, no se limita a uno de los aspectos que lo caracterizan, como puede ser el hecho de pensar o de comunicarse. Es persona, es decir, su realidad ontológica es un “todo” único, distinto, original, irremplazable, que incluye sus aspectos cognoscitivos y comunicacionales, pero a la vez los trasciende. Como persona su valor ontológico la constituye como un fin en sí misma, jamás como un mero “medio para”. Su “grandeza” y “dignidad” derivan, no de sus accidentes, sino de la riqueza de su acto de ser (esse) que actualiza una naturaleza superior, espiritual, capaz de autoconocerse y de conducir su vida.
Según Santo Tomás de Aquino la gran dignidad del hombre es poseer el ser personal, que hace que lo más importante sea lo que tiene cualquier hombre en cuanto persona. También señala que el ser recibido en un compuesto por una forma no inmersa en la materia, el alma espiritual, que da autoconciencia, racionalidad y voluntad libre, es lo que hace que el ente personal tenga la más plena participación en el ser, y por lo tanto, también que tenga la máxima dignidad ontológica (sobre la concepción tomista de persona, cfr. S. Th., I ª c. 29).
La modalidad de ser hombre reclama del mismo su perfección, su plenificación, y el derecho no colaborará con la realización de ese destino de grandeza si se lo considera como un mero convencionalismo, o como un orden instaurado por una institución en cierto tiempo y lugar. No se debe caer en semejante relativismo si se quiere defender la auténtica grandeza humana y sus legítimos derechos, fundados en la ley natural. El hombre requiere del derecho para instaurar un orden y lograr satisfacer su sed de perfección, sed que es naturalmente una exigencia de su ser. Esta exigencia natural implica a su vez una exigencia primera: se debe realizar el previo acto justo y acorde a derecho: reconocer en el hombre esta forma de existencia, su naturaleza humana, su alma espiritual unida sustancialmente al cuerpo material, su ser persona.
No debe haber, en ninguna cultura, algo más importante que cada hombre y su vida personal, nada más importante en sociedad alguna que la dignidad de cada hombre. La persona como tal tiene un valor en sí mismo, es un fin en sí misma, única e irrepetible. Su vida, es una “vida personal”, no una “vida racional”, se trata de la vida de cada persona.
Los accidentes son una forma de revelar la existencia de la sustancia, una manera en la cual se manifiesta la sustancia; de la misma forma, el hombre debe manifestarse por medio del derecho, el cual debe subordinarse al fin del hombre, a la actualización de sus potencialidades.
El derecho no debe expresar términos en el lenguaje, tampoco debe quedarse en la inmanencia del derecho positivo, debe estudiar el saber jurídico desde su propio punto de vista, pero siempre subsumido en el orden del ser que lo soporta, nunca dejando de lado la metafísica. No debemos caer en las nociones de “derechos humanos” al modo del marxismo, tampoco debemos identificarlo con la libertad que alegan los individualistas, su fundamento no es una propiedad o un aspecto separado del ser humano; tampoco es un convencionalismo, pues si así fuera caeríamos en un relativismo que conduce, en definitiva, al nihilismo destructor de todo orden y justicia. En efecto, el fundamento de los derechos humanos es la ley natural, y su tutela y adecuada satisfacción son una participación del verdadero bien común.
En la medida en la que se encuentre el derecho con el ser y el fin del hombre, habrá verdadero derecho, y no una ciencia hundida en los fenómenos superficiales.

CAPITULO V - EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA ESENCIA DEL HOMBRE: REFLEXIONES FINALES

A)EL ORIGEN DEL HOMBRE Y EL BIOLOGISMO

El nacimiento del hombre, desde el punto de vista histórico, y su evolución, no sólo es un problema científico, sino que además, es un problema filosófico importantísimo. En el capítulo referido al endiosamiento de las ciencias particulares, me referí a los reduccionismos, en este caso se suele reducir el concepto de biología a biologismo, cuando consideramos que la biología es la ciencia suprema.
Thomas Morgan (1866-1945), por ejemplo, es precursor de la Teoría Sintética, que aparece entre los años 1937 y 1945. Éste científico pretendió unificar teorías tales como la Ortogeneticista, el Lamarckismo, la Darwinista y la Mutacionista, recién aparecida.
Previo a Morgan, Mendel allá por el año 1900 descubrió que los hijos de una especie no son una “mezcla” de los padres, sino una recombinación de los genes de los padres. Al momento de heredar genes, el sorteo es el mismo. No importa si un gen es dominante sobre otro. Morgan descubrió que no siempre se cumple con las leyes de Mendel y que las variaciones mutacionales, son en realidad errores de imprenta del código genético. Es un gen fallado, como por ejemplo el que origina la hemofilia. Todo esto introdujo un factor de “azar” importantísimo en el pensamiento y en la cosmovisión del hombre actual.
Existió también un gran debate entre corrientes tales como el Darwinismo y el Mutacionismo, que no sólo fue científico, sino también filosófico. Para hablar de evolución, Darwin prefería hablar de cambios lentos en la naturaleza, ya que el “salto” en la naturaleza se asemeja bastante a la idea de “milagro”. Por ello, los científicos eran reacios a hablar de esos saltos cualitativos en la evolución, repentinos y rápidos. Actualmente se ha comprobado que las mutaciones y los “saltos” existen, y muchos. Se abre así el camino a mediados del siglo XX a la Teoría Sintética, que unifica al Darwinismo y al Mutacionismo, como así también otras ramas de la biología que se encontraban separadas.
Sin perjuicio de ello, la “hominización” explica el proceso de evolución biológica de la especie humana desde sus ancestros hasta el estado actual. Los paleontólogos actuales aún no se han puesto de acuerdo sobre cómo se desarrolló éste fenómeno. Existen distintas teorías, religiosas como las que señalan que el hombres y su aparición es un acontecimiento divido y la expresión más perfecta de la vida. Por otra parte, existen posturas científicas, de corte netamente materialistas. En éste caso el hombre no es más que un resultado provisional del mecanismo de la evolución. Se inscribiría lógicamente en la línea de una continuidad respecto de los seres vivos que lo han precedido. Constituiría, el elemento más complejo, pero no dejaría de ser más que un momento en la evolución, ya que no sería la fase última. La mejor versión del hombre aún estaría por ocurrir.
Pero según señala Robert Clarke en su obra “EL NACIMIENTO DEL HOMBRE” (Colección Plural, Ciencia Abierta, Edición Juan Granica S.A. 1983), “La mayor parte de los especialistas, admiten, sin embargo, que la evolución del hombre difiere considerablemente de la de los demás seres vivos. Nuestra evolución biológica se ha visto acompañada y, en opinión de algunos, prácticamente reemplazada por una evolución cultural y social. Desde el momento en que el hombre ha terminado por eludir, en parte, a las leyes naturales (evolucionando no sólo en su aspecto corporal, sino, sobre todo, en el cultural), se ha convertido en un “fenómeno”…”
Según el autor precedentemente mencionado, existen diversas hipótesis a los fines de explicar cómo se desarrolló el proceso evolutivo que llega hasta nosotros. Uno de éstos pensamientos, reactualiza la historia de Adán, por ejemplo: algunos biólogos han relacionado el cambio de postura a un accidente genético y, más concretamente, a una modificación brusca a nivel de los cromosomas. Ese accidente habría hecho pasar, por ejemplo, el número de cromosomas de 48 (como en el caso del mono) a los 46 que tiene el hombre.
Si esta modificación capital se produjo bruscamente en un solo individuo, éste la pudo transmitir a la mitad de sus descendientes. Ese sería “Adán”. Como que los homínidos tenían una vida más corta que la nuestra, por lo que, seguramente, tenían relaciones sexuales entre los miembros de una misma familia, esta “anomalía” habría tenido oportunidad de extenderse rápidamente. Los hombres descenderían, pues, de una única pareja, de modo que Adán y Eva habrían existido realmente. Pero esta teoría está lejos de ser compartida por todos los investigadores.
Para la mayoría de los genetistas, la evolución que condujo al hombre siguió las pautas comunes de los demás seres vivos. Todo se desarrolla en función de dos tipos de fenómenos: el primero de estos tipos hace referencia a las variaciones brutales, accidentales, de los caracteres de una especie: es lo que se denominan “mutaciones”. En seguida interviene la “selección natural”, que hace sobrevivir, de manera preferente a los “mutantes” mejor adaptados al medio. En esto consiste, esencialmente, la teoría clásica de la evolución. Pero no podemos evitar sentirnos incómodos por lo que se refiere a su aplicación al hombre.
Los biólogos refieren que las mutaciones, esas variaciones bruscas de los caracteres genéticos de un ser, ocurren por azar. De hecho, no son más que errores en la transmisión, de padres a hijos, de uno u otro carácter. Además, los biólogos añaden que esas mutaciones, por regla general, son contraproducentes. Dan lugar a la aparición de caracteres inútiles (léase: mortales). Con frecuencia, los “mutantes” son monstruos. En conclusión: son muy raras las mutaciones que, entre los millones de ellas que se producen, se revelan como beneficiosas para la especie; son aquellas que aportan al “mutante” alguna ventaja, dentro del marco de medio ambiente dado, una mejor posibilidad de supervivencia.
Un ejemplo reciente sirve para ilustrar este hecho. En Inglaterra vivían, hace tiempo y sin que se vieran perturbadas, ciertas mariposas, generalmente blancas. Hasta que la industria hizo su aparición y ennegreció los muros encalados, en los que las mariposas tenían por costumbre posarse. Inmediatamente se convirtieron en presa fácil de sus enemigos, que, sobre las paredes sucias, las divisaban con toda facilidad. Tan sólo algunas “mutantes” grises pasaron desapercibidas, la población de mariposas pasó a ser gris; hasta el momento (reciente) en que la lucha contra la polución tiende a devolver la blancura a los muros.
De hecho, la selección natural no es tan sólo un tamiz que eliminaría las mutaciones perjudiciales, protegiendo tan sólo a las beneficiosas. A largo plazo, la selección natural integra las mutaciones, las organiza en conjuntos coherentes, en respuesta al desafío del medio. Y esto, a lo largo de una historia que se prolonga durante varios millones de años, de millones de generaciones. Es la selección natural la que orienta el azar. Eso es lo que explica cómo se han podido crear, poco a poco, estructuras cada vez más complejas e incluso organismos y especies nuevas. Por medio de estas recombinaciones, la selección natural innova.

B)EL AZAR
Para Francois Jacob, el fenómeno precedentemente expuesto no significa en absoluto que la evolución se comporte como el ingeniero que sigue un plan preestablecido. Se asemejaría, más bien, a una especie de bricolaje que permitiría a la naturaleza utilizar, un poco al azar, lo que tenía más a mano.
Lo menos que se puede decir al respecto es que la teoría de la evolución, planteada de este modo, nos deja un sabor a insatisfacción, en lo que concierne al hombre. Es duro para el orgullo y la estima propia imaginar que somos la consecuencia de una acumulación de accidentes, hechos a partir de diferentes elementos, tomados al azar, de los distintos seres que nos han precedido.
Y esa insatisfacción aumenta aún más, debido a que en el mecanismo de la evolución las cosas no están tan claras. Existen “fósiles vivientes”, como el celacanto o ciertos crustáceos, que no han variado en las últimas decenas de millones de años. Y, sin embargo, también ellos hubiesen debido sufrir mutaciones, al tener que soportar las presiones de un entorno que se ha modificado, a lo largo de un lapso prolongado. También se han descubierto recientemente en la provincia de San Juan, República Argentina, uno de estos “fósiles vivientes”.
El hombre sería una consecuencia de millares de mutaciones durante muchísimo tiempo, para P.P. Grassé, la evolución humana se produjo a un ritmo demasiado rápido para que las mutaciones positivas (extremadamente raras) tuviesen tiempo de producirse. El mutacionismo –concluirá- topa aquí con una imposibilidad: debe renunciar a explicar lo que lo sobrepasa.
A pesar de ello, los biólogos se mantienen firmes: es el azar lo que ha hecho a los seres vivos. Pero, ¿qué encubre el concepto de azar? ¿No será, tal vez, que denominamos “azar” algo que no somos capaces de explicar ni calcular? Resulta asimismo inquietante constatar que las mutaciones que se han logrado reproducir, con ayuda de potentes radiaciones o de productos químicos, nos permitan crear razas nuevas. Ya se ha hecho con insectos. Se podría hacer también con ganado vacuno, aunque resulta más fácil proceder por medio de la selección artificial, apareando aquellos individuos que presentan, de modo acentuado, el carácter que se pretende desarrollar. Pero, interviniendo de este modo, nunca se ha logrado crear una especie nueva. Así que el hombre pertenece a una especie distinta que los demás primates.
Éstas son algunas de las argumentaciones esgrimidas por los que creen que el hombre es el resultado de una forma de evolución distinta a la de los demás seres vivos. Que no se trata tan sólo de un simple fenómeno biológico. Que el hecho de ser un individuo, sociable e inteligente, capaz de adquirir especialmente una “cultura”, que ha llegado a inhibir sus instintos, ha hecho del hombre un animal aparte. Incluso en lo referente a su evolución.

C)LA HERRAMIENTA Y LA INTELIGENCIA

La utilización de utensilios demuestra en el hombre una diferencia sustancial y cualitativa respecto del resto de los seres vivientes. Hay en el tema del hombre tantos problemas filosóficos, que no es posible siquiera enumerarlos todos. De ahí que nuestra meditación haya de limitarse forzosamente sólo a algunos. Con los grandes pensadores del pasado y de nuestro propio tiempo, vamos sobre todo a hacernos esta pregunta: ¿qué es el hombre?
Según J. M. Bochenski el hombre es un animal raro. Es un animal porque es una especie dentro del género animal (incluso los animales tienen sentimientos). Presenta todas las características del animal: se nutre, tiene órganos sensibles, crece, se mueve, tiene instintos, etc. Sin embargo, es raro porque tiene muchas características que, o no las hayamos en absoluto en los otros animales, o sólo quedan en huellas insignificantes. Bochenski menciona algunas de las cualidades del hombre, tales como:
1)Técnica: El hombre se sirve de instrumentos producidos por él mismo. A diferencia de un mono, por ejemplo, el hombre realiza la producción con miras a un fin.
2)Tradición: Es un ser social porque aprende a partir del lenguaje y la comunicación. Conocemos ciertamente otros animales sociales, como las termitas y las hormigas, quienes poseen una maravillosa organización social. Pero el hombre es social de otro modo. Forma, en efecto, la sociedad por tradición, justamente porque tiene un lenguaje que no posee ningún otro animal.
3)Progreso: No sólo aprende individualmente, sino socialmente, y es inventivo. El hombre es progresivo. A menudo se producen grandes innovaciones dentro de una misma generación. Biológicamente, casi no nos diferenciamos de los antiguos griegos, pero sabemos incomparablemente más que ellos.
4)Pensamiento distinto: El hombres es capaz de abstracción, no piensa únicamente en lo particular y concreto; puede pensar universalmente. Por ejemplo: la ciencia, las matemáticas.
5)Reflexión: Esta cualidad le da una independencia sobre las leyes biológicas del mundo animal. Piensa en sí mismo con clara conciencia. Por ejemplo: es conciente de que va a morir y es capaz de tener una fe religiosa. Esta independencia va más lejos, el hombre tiene clara conciencia de ser libre. El hombre puede pensar en sí mismo, se preocupa por sí mismo, se pregunta por el sentido de su propia vida.
Si se atienden todas estas particularidades del hombre, no puede sorprendernos que Platón, fundador de nuestra filosofía occidental, llegara a la conclusión de que el hombre es algo distinto de toda la naturaleza.
Según mi modesto punto de vista, la pregunta que se impone a la luz de las investigaciones filosóficas y científicas es: ¿Hay en el hombre algo esencialmente distinto respecto de los demás animales?
Para muchos filósofos lo que hace al hombre es la “psiqué”, el alma, el espíritu. Es una faceta del hombre que está en el mundo, pero no pertenece al mundo. El materialismo más riguroso niega que haya en el hombre algo más que cuerpo y movimientos mecánicos de lo corporal. Por otra parte el materialismo moderado sostiene que existe cierta conciencia, pero ésta es función del cuerpo.
Luego, tenemos una tercera teoría, más cercana al pensamiento de Aristóteles y acompañada por algunas investigaciones científicas, quien sostuvo que el hombre es un todo, y este todo tiene diversas funciones: puramente físicas, vegetativas, animales y espirituales. Funciones todas, no del cuerpo, sino del hombre, del todo.
Desde el punto de vista paleontológico, el homínido se distanció decisivamente del mundo animal, fundamentalmente por la reflexión, acaso inconsciente, pero cierta. Esta reflexión dio al homínido una fuerza nueva para sobrevivir y dominar el mundo exterior. Para destacarse y diferenciarse. Es lo que se denomina tomar consciencia de sí mismo...
El hombre se diferencia de la naturaleza que obliga a los animales actuar como animales, el hombre escapa a su determinismo genético, si la especie humana es un logro destacado en el plano biológico, no hay duda de que ello se debe a que su cultura ha evolucionado a un ritmo más rápido que su material genético.
La evolución cultural, ¿es una prolongación más de la adaptación y la evolución biológica material? ¿O es acaso el desarrollo natural de las potencialidades del alma humana, si es que ésta existe?
Una pregunta interesante a debatir sobre el origen del hombre, desde el punto de vista biológico y filosófico es el tema del “azar”. El hombre es limitado en su inteligencia, quizás el azar no es más que una forma de expresar aquello que no podemos entender. Quizás sea una cuestión ininteligible en sí misma.
En este sentido, el Papa Benedicto XVI ha señalado que considerar al hombre y su razón un producto casual de la evolución es irracional. Los avances científicos son notables, e incluso atemorizantes en algunos aspectos, sin embargo, pareciera ser que las preguntas más profundas y trascendentales aún quedan pendientes de contestación. ¿Estamos acaso como al principio? Si bien se ha descubierto, entre otras cosas, la clave genética, esto aún no alcanza para explicar la biodiversidad existente en el mundo, desde el punto de vista científico.
Es aquí donde la filosofía y más precisamente la metafísica debe explicar el origen del hombre y su esencia. La persona, según vimos anteriormente, es un individuo, un ente substancial cuya naturaleza es racional. La persona tiene mayores perfecciones que otros seres, como por ejemplo la racionalidad, esto implica una mayor participación en el ser que los demás.
La metafísica, en definitiva, es el itinerario del hombre hacia el ser.

Pseudónimo: efe3

INDICE
Pág. 1: Introducción.
Pág. 2: Capítulo 1 - Algunas consideraciones metafísicas previas.
A) Ontología y filosofía tomista.
Pág. 3: B) Sustancia y accidente.
Pág. 4: B.1) Sustancia.
Pág. 5: B.2) Accidentes.
Pág. 6: C) El movimiento: acto y potencia.
Pág. 7: C.1) Potencia.
Pág. 8: C.2) Acto.
D) De la esencia de los seres: teoría hylemórfica.
D.1) El ente limitado en la duración.
Pág. 9: D.2) Dos posiciones insuficientes.
Pág. 10: D.3) Existencia de la estructura de materia y forma.
Pág. 11: D.4) Naturaleza de la estructura de materia y forma.
Pág. 12: D.5) Consideraciones importantes sobre la materia y la forma.
Pág. 13: E) La estructura de esencia y existencia. E.1) Introducción.
Pág. 14: E.2) Ser.
Pág. 15: E.3) Esencia.
Pág. 16: E.4) La teoría de la participación.
Pág. 18: Capítulo II – La dignidad humana según los presupuestos metafísicos.
La persona.
Pág. 21: Capítulo III – La dignidad humana y sus corolarios sociales.
Pág. 22: Algunas de las causas que han erosionado la dignidad del hombre.
A) Descartes y el concepto de “cogito”.
Pág. 25: B) Endiosamiento de las ciencias particulares.
Pág. 26: C) Derechos humanos y dignidad humana.
Pág. 27: D) Problemas comunicativos.
Pág. 29: Capítulo IV) – La persona y sus aristas jurídicas.
Pág. 31: Capítulo V) – El origen del hombre y la esencia del hombre: reflexiones finales. A) El origen del hombre y el biologismo.
Pág. 34: B) El azar.
Pág. 35: C) La herramienta y la inteligencia.
Pág. 38: Índice.
Pág. 40: Bibliografía.


BIBLIOGRAFIA
“LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA”, Josefa Sáez de Salassa, Ediciones Ciudad Argentina, 1984.
“LAS CAUSAS DEL DERECHO”, Rodolfo L. Vigo (H.), Ediciones Abeledo-Perrot, 1983.
“EL NACIMIENTO DEL HOMBRE”, Robert Clarke, Colección Plural, Ciencia Abierta, Edición Juan Granica S.A. 1983.
“INTRODUCCION AL PENSAMIENTO FILOSÓFICO”, J. M. Bochenski, Barcelona, Herder, 1971.
“LECCIONES DE METAFISICA”, Eudaldo Forment, Madrid, Ediciones RIALP, S.A., 1992.
“EMPIRISMO GENERAL O CRITICA DEL CONOCIMIENTO”, R. Verneaux, Edit. Herder.
“LA CIENCIA Y EL IMAGINARIO SOCIAL”, Esther Díaz (editoria), Edit. Biblos.
“METAFISICA”, Aristóteles, Edit. Debolsillo.
“REVOLUCION CIENTÍFICA, RENACIMIENTO E HISTORIA DE LA CIENCIA”, Antonio Beltrán.
“MEDITACIONES METAFISICA”, René Descartes, Edic. Electrónica de la Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

viernes, 21 de octubre de 2011

Revista Digital "In Itinere" - Volumen 2

Recomiendo visitar la siguiente página que corresponde a una Revista Digital en la cual he publicado un artículo titulado "Desarrollo del papel de la experiencia y del experimento en la
historia de la ciencia moderna".

El link es el siguiente: http://revistas.ojs.es/index.php/initinere/article/view/454/456

miércoles, 21 de septiembre de 2011

FEYERABEND: EL IMPACTO DE UNA EPOCA

El anarquismo que propugna Feyerabend fue una necesidad, un reclamo de la época y de la cosmovisión del hombre. En su “Tratado contra el método”, Feyerabend distingue dos problemas fundamentales: ¿cuál es la estructura de la ciencia y cómo se construye?, y en segundo lugar, ¿cuál es su peso específico, comparado con el de otras tradiciones y cómo se juzgan sus aplicaciones sociales?
Según Feyerabend, la ciencia no presenta una estructura. Los científicos, al tratar de desarrollar un problema, pueden utilizar tanto un sistema como otro. Es indistinto un procedimiento u otro.
Novedosamente, Feyerabend se arriesga a afirmar que la ciencia se encuentra mucho más cerca de las artes y de las ciencias humanísticas de lo que se afirma en las teorías tradicionales del conocimiento. Por supuesto, esta última afirmación fue catalogada por lo menos de “aventurada”.
Tanto los problemas como los resultados, serán analizados políticamente. Menciona Feyerabend que en una democracia, por ejemplo, los resultados científicos serán evaluados por consejos de ciudadanos debidamente elegidos: no son así, los expertos, sino los comités democráticos quienes se constituyen en autoridad definitiva para todas las cuestiones de tipo científico.
No es “la verdad” quien decide, sino las opiniones de dicho comité. Dice Chalmers en “La teoría anarquista del conocimiento de Feyerabend” que para Feyerabend “la ciencia no es necesariamente superior a otros campos”.
¿Es esto acaso un regreso al temido ámbito de la metafísica que despreciaba el positivismo lógico? Quizás es un punto de vista más amplio aún, que involucra no sólo a la metafísica estrictamente hablando, sino también a la religión, al arte, y otras disciplinas que no necesariamente son consideradas “científicas” estrictamente hablando. Quizás, la diferencia, en este caso, está en agregar una categoría más dentro de la tradicional dicotomía “racionalidad” e “irracionalidad”. Sería importante añadir una categoría que yo llamaría “arracionalidad”. Yo la definiría como algo que no necesariamente es irracional, sino que abarca otros aspectos.
Desde este último punto de vista, y personalmente, me agrada el aspecto de Feyerabend de desmitificar a la ciencia, no la hace elitista. La democratiza.
Platón, en su obra “Teetetes o de la ciencia”, se desarrolla el diálogo entre Sócrates y Teetetes, en la que Sócrates cuestiona a Teetetes su preconcepto sobre lo que él considera ciencia. La noción de Feyerabend de ciencia se contrapone claramente a la noción que describe en este caso Sócrates:
“Teetetes: …la ciencia no se diferencia en nada de la sensación.
Sócrates: Esta definición que das de las ciencias, no es de despreciar; es la misma que ha dado Protágoras, aunque se haya expresado de otra manera. El hombre, dice, es la medida de todas las cosas, de la existencia de las que existen, y de la no existencia de los que no existen.”
Y más adelante, continúa diciendo Sócrates: “La ciencia no reside en las sensaciones sino en el razonamiento sobre las sensaciones, puesto que, según parece, sólo por el racionamiento se puede descubrir la ciencia y la verdad y es imposible conseguirlo por otro rumbo.”

LA NECESIDAD DE UNA COSMOVISION DISTINTA: “TODO SIRVE”

La pregunta que se impone, a mi criterio, es la de saber si ¿Feyerabend surge como producto de la necesidad de una época, o si Feyerabend comienza y genera la evolución a un pensamiento distinto?
A partir de la aparición de Feyerabend y de su pensamiento anarquista, han surgido distintos pensamientos relacionados, por ejemplo en la obra “Rizoma” de Gilles Deleuze y Félix Guattari se menciona en relación al libro que:
“Un libro no tiene objeto ni sujeto, está elaborado de materias distintamente formadas, de fechas y velocidades muy diferentes.” Y que “…el libro no es imagen del mundo, de acuerdo con una arraigada creencia. Hace rizoma con el mundo; hay evolución aparalela del libro y del mundo; el libro asegura la desterritorialización del mundo, pero el mundo opera una reterritorialización del libro que, a su vez, se desterritorializa en sí mismo en el mundo.”
“Resumamos los caracteres principales de un rizoma: a diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta un punto cualquiera con otro punto cualquiera, y cada uno de sus trazos no remite necesariamente a trazos de la misma naturaleza, pone en juego regímenes de signos muy diferentes e incluso estados de no-signos. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo múltiple…”
Este pensamiento “rizomático”, me recuerda en cierta medida a la dialéctica hegeliana. Pareciera ser que en la descripción rizomática de la realidad hay una evolución o un salto sustancial al método de Hegel.
No nos quedamos con una explicación metódica que contrapone tesis y antítesis, sino que el método rizomático señala que no hay método, es la anarquía, es Feyerabend. Por ejemplo, se menciona también que:
“En ningún caso aspiramos al título de una ciencia. No sabemos más de cientificidad que de ideología, sino sólo de composiciones. No hay más que composiciones maquínicas de deseo, así como composiciones colectivas de enunciación.”
“…pero el libro anticultural todavía puede ser atravesado por una cultura demasiado pesada: sin embargo, hará de ella un uso activo de olvido y no de memoria, de subdesarrollo y no de progreso a desarrollar, de nomalismo y no de sedentarismo, de mapa y no de calco.” “…los cuadernos de cultura universitaria o de pseudocientificidad siguen siendo demasiado penosos o pesados…”
Señala Feyerabend en su obra “Tratado contra el método” que “el único principio que no inhibe el progreso es el de “todo sirve”. Este principio general involucra la posibilidad de dejar de lado los principios o reglas impuestos por los científicos y filósofos.
Se libera Feyerabend de un “lastre” importante: la tradición.

EL OLVIDO COMO MOTOR PROPULSOR DEL AVANCE CIENTIFICO

Éstas últimas palabras nos remiten a su vez a un pensador y filósofo cuya influencia fue notable: Friedrich Nietzsche, quien señaló en su obra “Segunda consideración intempestiva” que:
“…Es cierto que la ciencia ha sido impulsada con una rapidez impresionante durante las últimas décadas, pero contemplad a los erudito, contemplad a esas gallinas exhaustas. Estos eruditos distan mucho de ser naturalezas “armónicas”; sólo saben cacarear más que nunca, porque ponen huevos con mayor frecuencia: sin embargo, los huevos se han vuelto cada vez más pequeños (aunque los libros sean cada vez más voluminosos).”
En la obra precedentemente referida, Nietzsche señala que el olvido tiene una función fundamental, y consiste en la valentía de desprenderse de la pesada mochila de la tradición. Para avanzar, es necesario olvidar.
Feyerabend, en concordancia con este pensamiento, dirá que hay argumentaciones que impiden el desarrollo y evolución de la ciencia. Además, indica, los racionalistas más puros se encuentran obligados, en algún momento de su vida, a recurrir a la coerción y a la propaganda para poder convencer a sus contemporáneos sobre la necesidad de aplicar su argumentación.
Sin perjuicio de lo precedentemente expuesto, Feyerabend no pretende sustituir un conjunto de reglas por otro, sino que lo que realmente pretende, es advertir que todo debe ser incluido, ya que cada conjunto de reglas tiene sus propios límites, por más obvios que éstos sean.
Feyerabend, como buen anarquista que es, no pretende tampoco convencer a nadie sobre alguna creencia profunda, sino que simplemente señala que es muy fácil, desde un punto de vista racionalista, convencer a cualquier persona sobre algo. Entonces, lo que él va a señalar, es que cada individuo debe convertirse en un anarquista, para penetrar dentro del mundo racionalista y socavar sus bases.
Obviamente, los racionalistas se indignan ante estas afirmaciones de Feyerabend, y de hecho, se lo acusa de contradictorio, ya que recurre a racionalismo para convencer a sus detractores sobre sus argumentos. Respecto de esto último, señala Feyerabend en su autobiografía:

“…La mayoría de los críticos me acusaban de incoherencia: soy anarquista, decían, pero aun así, argumento. Esta objeción me dejó un tanto atónito. Una persona que se dirige a racionalistas puede argumentar sin duda con ellos. Esto no significa que él crea que los argumentos resuelven un problema, son ellos quienes lo creen. Así pues, si los argumentos son buenos (en sus términos), deben aceptar el resultado. Parecía que los racionalistas consideraban el razonamiento como un ritual sagrado que pierde su poder cuando es utilizado por un no creyente. –Dice A, pero obviamente se opone a A, y, por tanto, es incoherente-, exclamaban los críticos cuando formulaba una premisa que aceptaban para producir un resultado que no aceptaban.”

En cierta manera, aquí hay otra similitud con lo que en algún momento propuesto Nietzsche. Para Feyerabend es necesario combatir la uniformidad, ésta debilita a la ciencia. De la misma manera, Nietzsche sostuvo que es necesario combatir para progresar, para llegar al “super hombre” es necesario hacer la guerra.

EL PODER Y LAS INFLUENCIAS EXTERNAS

Para Michel Foucault el saber está sostenido por el poder. No hay saber sin poder. Esto no quiere decir que el saber es poder. Es más, no tiene sentido incluso preguntarse si una afirmación es verdadera o no, lo importante es que ese saber esté sostenido por el poder. Para que la afirmación sea considerada como verdadera, debe responder al imaginario social de una época histórica, o ser lo suficientemente creativo e innovador como para producir un cambio en ese imaginario social. Pero para que un saber se imponga, debe tener poder, debe estar sustentado por una fuerza.
En este caso Feyerabend, nos va a señalar que científicos como Galileo han recurrido al poder para sostener su teoría. Galileo recurrió a la propaganda y a sus convicciones personales. A la retórica y al poder de convencimiento, más que a pruebas científicas.
Feyerabend es sumamente crítico de la visión que existe de las Revoluciones Científicas que muestra a los científicos como héroes y rigurosos experimentadores. Simplemente, los científicos que han revolucionado la ciencia, han tomado todos los recursos posibles, incluso aquellos que serían catalogados de “metafísicos”.
Claramente, esta concepción de científico de Feyerabend le quita todo tinte de moralidad a los investigadores, en contraposición de lo que pensaba Popper.
Popper desafiaba al científico a poner siempre a prueba sus propias teorías y descubrimientos, el científico debe saber con rigurosidad científica si se encuentra en posesión de la verdad. Esto, para Feyerabend, resulta altamente relativo.

LAS DISCUSIONES CONTEMPORANEAS Y LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS PENSADORES

A Popper le preocupó dividir ciencia de los pensamientos que pretenden ser ciencias. Por otra parte, a Lakatos le interesó el criterio de demarcación, pero en el sentido de la afectación que sufre cada ciencia por la presión política. ¿En qué medida se puede pensar a la ciencia como un espacio autónomo? ¿Cómo prevenir que el ámbito político incida sobre aspectos internos de la ciencia?
Para Popper la ciencia comienza con un problema, para Feyerabend no.
Existe una gran distancia entre el empirismo lógico y Lakatos. Lakatos desarrolló lo que él llamaría “Lógica dialéctica para las matemáticas”. A Lakatos no le interesa el empirismo, ya que él es matemático y su programa se centra en esto.
Si la distancia entre el empirismo lógico y Lakatos es enorme, entonces la distancia entre el empirismo lógico y Feyerabend es abismal.
Sin perjuicio de que Feyerabend tuvo una gran amistad con Lakatos, sus pensamientos eran diferentes. Lakatos fue un racionalista y Feyerabend un anarquista. Lakatos quiere desarrollar el pensamiento en forma interna, a diferencia del pensamiento de Kuhn de 1962, tratando de identificar en el cambio científico un patrón racional.
Para Kuhn, en su pensamiento posterior y final en 1969, que se vuelve un poco más racionalista, los problemas son linguisticos. Kuhn se protege de la crítica del irracionalismo y de ser acusado de relativista. En lugar de decir que ontológicamente el cambio de paradigma implica la existencia de otro mundo, dice que “se habla” de otro mundo o paradigma.
Feyerabend no toleró esta “conversión” o “adaptación” de Kuhn, ya que no se atrevió a romper con la tradición.
Desde mi modesto punto de vista, noto un paralelismo en los contemporáneos Lakatos y Feyerabend. En cierta manera, ambos serían los equivalentes a Platón y a Heráclito. Lakatos, es platónico en cuanto a que toma lo que él llamó la Lógica Dialéctica de “La República”. Esta estructura es lógica en cuanto a que existe la figura del maestro que orienta a su discípulo al descubrimiento de la verdad. Feyerabend, por su parte, podría decirse que es “heraclitista” (si es que se me permite inventar un término) respecto de su postura de vida. Feyerabend no tuvo nunca ningún inconveniente en ser racionalista, antiracionalista, relativista, etc. Todo cambia.

RELATIVISMO E INCONMENSURABILIDAD

La inconmensurabilidad es abordado en el año 1962 de dos maneras distintas, para Kuhn es la “no-relación” entre dos paradigmas. En Feyerabend la inconmensurabilidad es algo completamente diferente, está asociado a la idea de heurística (el estilo de Lakatos).
Feyerabend dice que la filosofía de la ciencia ha pecado de un empirismo ingenuo. Se opta por una teoría en virtud de una contrastación empírica. Esto significa que el contenido empírico define la evaluación de las teorías. Feyerabend dice que en realidad a veces la evaluación de teorías se define en relación a la contrastación empírica, pero el problema de la inconmensurabilidad es un problema que se da entre las teorías y no con la contrastación empírica. Aquí hay una similitud importante con Lakatos. La inconmensurabilidad me permite establecer un parámetro, al someter una teoría en contrastación, se pueden observar las distancias entre las teorías, a partir de allí se puede elegir una teoría.
Las teorías son juegos de lenguaje. Es necesario elegir en algunas situaciones entre dos o más teorías. Por lo tanto, propone el recurso de la inconmensurabilidad. Es un recurso intersubjetivo, no depende de las personas. La inconmensurabilidad es una herramienta que permite evaluar con que teorías se queda uno en virtud de los puntos de no contacto que tenga una teoría respecto a otra. Se elige desde un punto negativo.
Feyerabend además dice que el científico no elige la teoría en una relación aislada, necesita una suerte de compulsa o retórica. La evaluación en el científico comienza con la retórica. La ciencia es un mito, no es real. El científico necesita un argumento para convencer a otro sobre algo. No es algo racional. Si convenzo a otros, por ejemplo, accedo a una plataforma de publicaciones. Aquí es cuando Feyerabend aborda el aspecto subjetivo de las investigaciones científicas.
¿Cuál será el criterio para elegir entre dos teorías? Bueno… aquí es donde también interviene el aspecto subjetivo de cada persona. Por aseveraciones de este tipo, es que Feyerabend es catalogado de relativista. Si bien las críticas realizadas a su “Tratado contra el método” lo sumieron en una profunda depresión, posteriormente, a Feyerabend no le importó demasiado ser catalogado de relativista. Incluso, en su autobiografía, menciona que muchas veces se lo acusaba de decir “A”, cuando él en realidad nunca había dicho “A”. Sin perjuicio de ello, y en atención a la acusación, se proponía defender “A”, a pesar de nunca haberlo dicho. Además, señaló que su obra no son las Sagradas Escrituras, y por ello, no es una obra inmaculada. En este sentido, el libro de Feyerabend es un collage, según el mismo menciona. No pretende dar explicaciones universales y valederas para todos. Simplemente, es una propuesta y un análisis crítico respecto de la herencia filosófica tradicional.
Podemos volver nuevamente al concepto de “libro” que se menciona en “Rizoma”. El libro no es algo estanco, es algo dinámico.

ALGUNAS NOTAS A MODO DE CONCLUSION Y OPINION PERSONAL

Feyerabend sostiene que la ciencia no es racional. El método, es simplemente una construcción. Cada vez que alguien enfatiza que una ciencia es algo racional, se reproduce un mito, y el mito no se debe reproducir porque no existe. No hay que entender a la ciencia desde el método, sino desde el anarquismo metodológico. El anarquismo es la ausencia de reglas, en este caso, Feyerabend no dice que es la ausencia completa de normas, la única norma que tiene el anarquismo es el “vale todo”. El científico no opera como un sujeto procedimental que adhiere a reglas, el científico opera como un oportunista inescrupuloso, un pragmático.
Feyerabend menciona como ejemplo los Discursos de Galileo. Galileo toma todos los argumentos para convencer que no sirve la física aristotélica. En este caso se vale de todo Galileo, incluso intentar ridiculizar a “Simplicio”.
El “vale todo” es un rasgo de la ciencia en general, sea medieval o contemporánea. Así es como se comportan los humanos. La ciencia es mundana y está en pie de igualdad con todo, no hay diferencia entre un científico y un cura que intenta convencer a sus fieles en una iglesia.
“Vale todo” significa que vale la retórica, los datos, todo. Es así que la ciencia es entendida como un mito racional, ese es el gran problema que tiene la sociedad. Los mitos actuales son el marxismo, el capitalismo, la física cuántica, etc. si la filosofía puede aportar en algo, debe hacer una actividad crítica. El enfoque debe ser más naturalista, más cercano a la práctica.
La indignación de Feyerabend respecto de Kuhn, es que éste último sigue reproduciendo el mito cuando postula la idea de “ciencia normal”. Para Feyerabend la visión kuhneana de la ciencia garantiza que no haya libertad, se vuelve a racionalizar la ciencia y se subordina al científico como esclavo. Se lo restringe en su manera de actuar y de pensar.
Es fácil criticar a Feyerabend, es difícil deshacerse de la pesada mochila que por siglos ha llevado la humanidad. Pero el aspecto positivo de este pensador, es el de atreverse a criticar y analizar. Si bien no es sistemático, y poco se ha preocupado por serlo, su pensamiento atraviesa a toda una cosmovisión de época.
La crítica es cultural, no es una crítica a la ciencia, sino a la sociedad. Pasamos aquí a una concepción de ciencia como saber común y corriente, equivalente a cualquier otro.
Tanto en el arte como en la ciencia hay expresión subjetiva y no objetiva. La idea de anarquismo metodológico se opone a la metodología, el “vale todo” se opone al monismo clásico. Las teorías se vuelven fuertes en cuanto aparecen otras teorías con las cuales puede dialogar.
La innovación es fuerte, si bien Kuhn abre el juego, se insiste con el marco teórico en el nuevo paradigma, Feyerabend rompe con toda la tradición. Es más rica la teoría, cuando más teorías existan para tratar de explicar lo mismo.
La ciencia no tiene una epistemología, tiene varias. Esto significa desarrollar distintas filosofías. El conocimiento se va fragmentando y atomizando, actualmente se estudia por ejemplo: la filosofía de la mente, la filosofía de la matemática, la filosofía de la física quántica, etc. la filosofía ya no analiza hectáreas del conocimiento, sino regiones muy particulares y puntuales.
La filosofía no es libre, hay que hacerla libre, se necesita de un régimen democrático genuino. Se necesita de un Estado que no dicte los objetivos de la ciencia moderna.
Personalmente, y como ya lo he mencionado anteriormente, me agrada el aspecto de Feyerabend de intentar mundanizar a la ciencia, la hace más humana. La ciencia no es “el saber” por excelencia. Es un aspecto más, de tantos que hacen a la vida humana, por lo tanto, ese saber debe estar al servicio del hombre.
La ciencia debe favorecer al desarrollo de la esencia humana. Son muchos los problemas que aquejan al hombre, más allá de lo físico. La angustia, la crisis existencial, el dolor, la pena, en fin… problemas plenamente humanos. Estos problemas pueden ser agravados por la despersonalización del hombre, la masificación, la tecnificación… o bien pueden ser abordados en forma correcta para aliviar los dilemas existenciales humanos.
Si bien en la actualidad existe una compleja realidad social, la tecnología debe estar al servicio del ser humano, y no el ser humano al servicio de la tecnología. Deben ser herramientas que favorezcan el desarrollo de las potencialidades humanas.
Para muchos, el sentimiento desagradable de la pérdida del hombre en la maraña tecnológica es algo que ya ha sucedido.


BIBLIOGRAFIA
“SEGUNDA CONSIDERACION INTEMPESTIVA”, Friedrich NietzscheLibros del Zorzal, 2006, Buenos Aires, Argentina.
“RIZOMA”, Gilles Deleuze – Félix Guattari, Ediciones Coyoacán, 2001, México.
“LA CIENCIA Y EL IMAGINARIO SOCIAL”, Esther Díaz (editora), Editorial Biblos, 1998, Buenos Aires, Argentina.
“MATANDO EL TIEMPO”, Paul Feyerabend, Edit. Tecnos, 1986, Madrid.
“¿QUÉ ES ESA COSA LLAMADA CIENCIA?”, de Alan F. Chalmers.
“TRATADO CONTRA EL MÉTODO”, Paul Feyerabend, Debate Edición, 1995.
Apuntes.