miércoles, 24 de octubre de 2012

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL DERECHO COMO CIENCIA SOCIAL A PARTIR DE CONCEPTOS DE WALTER BENJAMIN

EL OLVIDO DE LA HISTORIA COMO PUNTO DE PARTIDA En su obra “Segunda consideración intempestiva” señala Friedrich Nietzsche que “…necesitamos de la Historia para la vida y para la acción…”, además, indica que “es cierto que la ciencia ha sido impulsada con una rapidez impresionante durante las últimas décadas, pero contemplad a los eruditos, contemplad a esas gallinas exhaustas. Estos eruditos distan mucho de ser naturalezas “armónicas”; sólo saben cacarear más que nunca, porque ponen huevos con mayor frecuencia: sin embargo, los huevos se han vuelto cada vez más pequeños (aunque los libros sean cada vez más voluminosos).” En Nietzsche, el olvido tiene su función: es fundamental para evitar que el pasado destruya la fuerza plástica, la vitalidad de una cultura. Frente a la Historia monumental que hace que “los muertos entierren a los vivos” y a la historia del anticuario, que momifica la energía vital, es indispensable sostener un historicismo crítico que disuelve y quiebra el pasado para poder vivir. El historicismo implica relativizar un contexto cultural. El historicismo se destruye en el siglo XIX debido a los ataques de la propia filosofía contra el historicismo, en particular gracias a Nietzsche. Pero con la primera y segunda guerra mundial, se produjo un incendio de la civilización, y va a ir dejando lugar a otras formas de comprender la historia, de tinte más formalista. A partir de aquí, el filósofo aborda un texto como filósofo, el artista aborda su creación desde el punto de vista del artista, cada profesional lo hace desde su propio punto de vista y en forma aislada. La historia intelectual, o el historicismo conceptual, es una tendencia a trabajar la historia de la cultura. Oscar Terán por ejemplo es un autor argentino que trabaja desde ese punto de vista. Es importante volver en cierta manera a la lectura contextual, conectar puntos que incluso parecen disímiles entre sí. En este sentido, la lectura contextual sirve desde un punto de vista práctico. Nietzsche inspirado en Schopenhauer, denota la idea de la multiplicidad del “yo”, problematizando el supuesto consenso de la unidad. Surge el debate y la refocalización. Arthur Schopenhauer, en su obra “El amor, las mujeres y la muerte” refiriéndose al hombre, indica que “…Nuestro mundo civilizado no es más que una gran máscara. Hállanse allí caballeros, frailes, soldados, doctores, abogados, sacerdotes, filósofos, y no sé qué más aún. Pero no son lo que representan; son simples máscaras, bajo cuyos disfraces se ocultan la mayor parte de las veces buscadores de dinero. Éste se pone la careta de la justicia y del derecho, con ayuda de un abogado, para ofender mejor a su semejante; el otro con el mismo fin, ha elegido el antifaz del bien público y del patriotismo; el de más allá, el de la religión de la fe inmaculada.” Para Shopenhauer el “querer”, la “pasión” es la vida misma, detrás del “querer” hay otro “querer” y eso es la vida misma, ya que es insondable. Se podría afirmar que Walter Benjamin es influenciado por Nietzsche y toma de él algunos conceptos importantes, como el referido al olvido. En su obra “Estudios metafísicos y de filosofía de la historia”, en el capítulo titulado “Experiencia y pobreza”, señala Benjamin: “…está muy claro que la cotización de la experiencia se ha venido abajo, y ello además en una generación que, entre 1914 y 1918, ha hecho una de las experiencias más tremendas de la historia. Tal vez esto no sea tan extraño como parece a primera vista. ¿No se pudo observar ya por entonces que la gente volvía enmudecida del frente? No más rica en experiencia comunicable, sino mucho más pobre. Lo que diez años después se derramó en la riada de libros que tratan de la guerra era cualquier cosa menos experiencia transmitida como siempre lo fue, de boca en boca.” Y continúa diciendo: “…Pues sí, admitámoslo; esta pobreza de experiencia es pobreza, pero lo es no sólo de experiencias privadas, sino de experiencias de la humanidad. Es, por tanto, una especie de nueva barbarie. ¿Barbarie? En efecto. Pero lo decimos para introducir un concepto nuevo de barbarie, positivo. ¿Adónde lleva al bárbaro es su pobreza de experiencia? A comenzar de nuevo y desde el principio a tener que arreglárselas con poco, a construir con poco y mirando siempre hacia delante.” Al igual que en Nietzsche, el olvido, actúa como un factor positivo e incluso necesario a la hora de continuar con la historia. Freud en el 1900 irrumpe en la escena intelectual con su obra “La interpretación de los sueños” y aparece con fuerza el elemento onírico en la acción humana. Básicamente, y a grandes rasgos, para Sigmund Freud, el sueño es una realización de deseos. Por ejemplo, en la pág. 178, refiere Freud: “…Observamos ahora que hubiéramos llegado a nuestra teoría del sentido oculto de los sueños por el camino más corto con sólo consultar el uso vulgar del lenguaje. La sabiduría popular habla a veces con bastante desprecio de los sueños, y parece querer dar la razón a la Ciencia cuando juzga en un proverbio que “los sueños son vana espuma”; mas para el lenguaje corriente es predominantemente el sueño el benéfico realizador de deseos. “Esto no me lo hubiera figurado ni en sueño”, exclama aquel que encuentra superada por la realidad sus esperanzas.” Entonces, hasta aquí, tenemos algunos conceptos interesantes sobre el pensamiento de estos referentes intelectuales, tales como el olvido, lo onírico, la refocalización y la experiencia. La vivencia y experiencia son conceptos diferentes, no toda vivencia es una experiencia, porque la experiencia implica comunicabilidad. Para Benjamin, la falta de comunicabilidad implica falta de experiencia, de ahí el empobrecimiento de la humanidad a partir de la primera guerra mundial. En “La Obra de los Pasajes”, Bengamin señala: “El giro copernicano de la visión histórica es éste: se consideró que el punto fijo era lo “sido” y se vio el presente empeñado en dirigir el conocimiento, por tanteos, a esta fijeza. Ahora debe invertirse esta relación, y volverse lo sido inversión (Umschlag) dialéctica, ocurrencia invasora (Einfall) de la conciencia despertada. La política obtiene el primado por sobre la historia. Los hechos se convierten en algo que acaba de salirnos al paso, establecerlos es el asunto del recuerdo. Y de hecho el despertar es el caso ejemplar del recuerdo: el caso en que nos cae en suerte acordarnos de lo más próximo, lo más banal, lo que está más cerca. Lo que tiene Proust en mente con el experimento del cambio de los muebles en la duermevela matutina, lo que Bloch reconoce como la oscuridad del instante vivido, no es otra cosa que lo que aquí debe ser asegurado en el plano de la histórico, y colectivamente. Hay un saber-aún-no-conciente (Noch-nicht-bewufstes-Wissen) de lo sido, cuya promoción (Forderung) tiene la estructura del despertar.” LA DISCUSIÓN DE NUEVOS MODELOS: LOS ESPACIOS CONTROVERSIALES A partir de lo precedentemente expuesto, podemos decir que muchos filósofos pretenden utilizar la idea del “olvido” como punto de partida para buscar nuevos horizontes de estudio. Sin embargo, difícilmente se pueda arribar a buen puerto si no existe un sustrato común sobre el cual se pueda debatir. Es decir, debe existir no sólo la “extrañeza” del objeto de estudio, sino también algunos puntos que reconozcamos o intuyamos como cercanos. Un concepto interesante es el del “common ground” ya que para que la gente discuta, también es necesario que haya un punto en el cual estén de acuerdo. En este sentido, el concepto de controversia, se podría decir, es distinta a la noción de conflicto. El conflicto puede ser violento, y no requiere de comunicabilidad verbal. Un problema para el modelo de los espacios controversiales, es que las partes no discutan directamente entre sí, como por ejemplo los psicólogos y los conductistas, quienes no consideran que los psicólogos sean científicos. Hay ciertas formas de avances, que sin perjuicio de no llegar a un consenso, implican un gran progreso, por ejemplo, cuando el problema se complejiza y cada parte involucra mayores puntos de debate. Por ejemplo, la filosofía continental del idealismo alemán no puede avanzar sin considerar los problemas planteados por la lingüística. De esta manera, la controversia se puede producir en forma mediada, sin una relación retórica directa. Esta teoría sobre los espacios controversiales se podría aplicar a diversos aspectos y disciplinas. Sin embargo, hay distintas asimetrías, por ejemplo entre ciencia y filosofía. Muchas controversias, en la ciencia, son superadas por consenso mediante la formulación de teorías. En la filosofía, quizás no se pueda hablar de “progreso” ni de superación de controversias en base a consensos. Por ejemplo, hay controversias que se han “congelado” en el tiempo, como lo es el marxismo y el liberalismo en la economía. En éste ejemplo, el campo de discusión se ha complejizado en sobremanera, y ambas teorías han evolucionado muchísimo. Las controversias a su vez, están imbuidas de características políticas y de ribetes sociales que abarcan más que los estudios de teorías dentro de las aulas. EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN Las ciencias sociales han sido acusadas de no haber evolucionado lo suficiente. Según algunos críticos, las ciencias sociales deben utilizar los mismos métodos que utilizan las ciencias naturales. En caso contrario, no podrán calificar los saberes sociales como “ciencia” en un sentido estricto. Sin embargo, el objeto de estudio de las ciencias sociales parece ser mucho más dinámico e impredecible que el de las ciencias naturales, por lo tanto sería un desatino pretender que las ciencias sociales utilicen métodos semejantes al de las ciencias naturales. Sin perjuicio de ello, la ciencia social que quizá tenga más puntos de contacto con las ciencias naturales, es el de la economía. Esto lo vio Marx y lo desarrolló profundamente. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre “explicación” y “comprensión”? La explicación es consecuencia del modelo que proviene de las ciencias naturales, y la comprensión, en cambio, se origina en la tradición del historicismo alemán, principalmente de un filósofo contemporáneo a Nietzsche, llamado Wilhelm Dilthey. La obra fundamental de Dilthey es “Introducción a las ciencias del espíritu” y elabora el concepto de “Geist”, el tiempo y la ciencia del espíritu, que la opone en un principio a la explicación, representada a las ciencias naturales. La gran filosofía del espíritu, viene de un filósofo anterior, de W. G. F. Hegel (1770 – 1980). De hecho su primera gran obra, es la “Fenomenología del espíritu”. Dilthey toma el concepto de “Geist” de Hegel, pero en un sentido menos pretencioso y más epistemológico, en cambio Hegel consideraba al “Geist” como algo ontológico, aquello que estaba detrás de la conciencia. El espíritu es determinante, para Hegel es una figura que se va actualizando en la historia. El espíritu en Hegel se va secuenciando en la historia. En el fondo, el espíritu en Hegel, es Dios. Salvo que a diferencia de la religión cristiana no es un Dios trascendente, sino que es un Dios inmanente en el hombre mismo. Dios es inmanente a la historia y es una cuestión colectiva. Dios no es algo acabado, es un espíritu actualizándose, no es sustancia, es un proceso que se va desarrollando. Hegel termina siendo panteísta. En la Fenomenología del Espíritu (1807), la idea de “Geist” de Hegel involucra una empresa total histórica y colectiva que se va actualizando. Por un lado está la conciencia individual, y por otra el espíritu colectivo, existe el “en-sí” (por ejemplo el lápiz simplemente “es”) y existe también el “en-sí-para-sí” (no solo existe por sí, sino que también existe para sí). En la Filosofía del Derecho, Hegel tiene una frase muy célebre, a nivel epistémico y ontológico, él allí dice que “todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real”. Es decir que los hechos, si son sucesiones históricas, son racionales, y lo racional, es también real, no es algo “platónico”. Esto lo condensa en la imagen alegórica del búho. El conocimiento viene cuando ya ha pasado una forma de vida. Desde el punto de vista de una ciencia del espíritu la conexión es interna, hay espíritu conociendo espíritu. En las ciencias naturales, el conocimiento es más bien externo, se estudia y conoce algo que en principio resulta ajeno, objetivo. Dilthey se aleja un poco de Hegel, cuando conoce formas particulares y plasmadas, el conocimiento es comprensivo, se captura desde la propia vida, la vida de otra obra. Es una interpretación del espíritu particular a un fenómeno particular. Dilthey apunta a singularidades, y no a generalidades. Hay quienes combaten la idea de racionalidad y de irracionalidad de las ciencias sociales. Por ejemplo, Weber sostiene que las ciencias sociales son sumamente racionales, un historiador no puede hablar de probabilidades, sino que tiene que estudiar sobre las causas que causaron algunas intenciones de los hombres. La ciencia social no es irracional, y la natural racional. Hay un punto en el cual la ciencia natural ya no puede penetrar, porque hay cosas más importantes que las estadísticas. Las ciencias idiográficas son ciencias orientadas a lo singular. No es el estudio de la forma, como afirman algunos, ya que “ideo” significa idea (eidos, forma), en cambio “idio” significa idiotés, que no es sinónimo de estúpido, sino que significa “singularidad” (por ejemplo hay otros términos similares que derivan de “idio” como “idioma” e “idiosincrasia”). Las ciencias idiográficas se oponen a las ciencias nomotéticas (ciencias orientadas a lo general, “nomos” significa ley). Para el positivista francés Augusto Comte), la física se podía aplicar a lo social. Durkheim sigue a Comte, señala que la sociología se reduce a un estudio desde el punto de vista de las ciencias naturales, no hay interpretación, los hechos sociales son hechos sociales, no psicológicos. Por consiguiente, el hecho social hay que explicarlo como lo haría un naturalista. La herramienta fundamental, para él, sería la estadística. El hecho social no es reductible a lo espiritual. Otro positivista inglés, como Spencer, diría que la visión debe ser utilitarista. Opuestos a los positivistas, existieron contemporáneamente filósofos que consideraron que hay que diferenciar entre la ciencia natural y la ciencia social. Weber nos señalará que de lo que se trata es de comprender la acción social para poder explicarla también causalmente en su desarrollo. Weber va a unir la explicación y la comprensión. Sin embargo, va a decir que el fin último va a ser la comprensión, tanto explicación como predicción son funcionales a la comprensión. Comprender, para Weber, implica saber primero qué es lo que se comprende, un pueblo, una época, una obra, etc. va a decir lo que se comprende es la acción, y la acción individual. No la acción de un colectivo, sino la acción de un individuo, claro que actúa orientándose en la acción de otros. La conducta de masas en un pánico no es acción, acción para Weber es aquello que es mentado, consciente de sí mismo. La acción social es aquella acción individual que se orienta por la acción de otros (por ejemplo, varios individuos que abran un paraguas en un día de lluvia no es acción, porque está orientada por la lluvia, en cambio una huelga de hambre sí es acción, porque se orienta por otro, no importa el número). La relación de parentesco también es una acción individual recíprocamente orientada con una probabilidad de repetición o reiteración en el tiempo, por ejemplo el padre se orienta en el sentido de que el hijo debe obedecer, eso genera una expectativa en el tiempo en el cual se supone que el hijo obedecerá a su padre. El antecedente genera una suerte de derecho consuetudinario. Aquí surge el nominalismo de Weber. El estado es una relación social, si el hombre deja de orientarse por las conductas tradicionales, no hay más estado. Eso intenta develar la contingencia de las relaciones sociales. ¿Qué debe hacer entonces la sociología? Una sociología comprensiva lo que debe hacer es comprender la acción social, captar su sentido, para poder explicarla causalmente en su desarrollo. Las ciencias del “espíritu” dejan de ser subjetivas, Weber deshace esa barrera intentando explicar como una ciencia de la comprensión puede ser objetiva. LA MIRADA DE WALTER BENJAMIN Walter Benjamin (1892 – 1940) escribió una obra en la que haremos especial hincapié, el “Origen del drama barroco alemán” (publicado en 1928). Ursprung des deutschen Trauerspiels. Benjamin toma autores no muy conocidos, tales como Andreas Gryphius, Martín Oppitz, Hallmann, y Lohenstein. Se refiere al barroco, que ocupó la primera parte del siglo XVII, contrapuesto a la época en la cual escribió. Es una obra provocativa y que va más allá del teatro, se atreve a involucrarse por ejemplo con la teoría política, entre otras cosas. El drama barroco es un drama político e histórico. En la página 28, Benjamin discute el término “origen” (ursprung). Por “origen”. El origen se identifica como aquello que está siendo, no es un origen cronológico, sino más bien en el sentido de aquello que está siendo y será. Surge también la idea de constelación. La constelación, es una de las nociones más ricas en la filosofía de Benjamin, la utilizará en todas sus obras. Por una parte separará el fenómeno, dentro del orden de lo fáctico (el orden barroco), por otra parte los conceptos (lo que es propio de las ciencias), y finalmente la idea (una idea semejante a la de Platón). La idea, como concepto que incluye contradictoriedad, la hereda del romanticismo. Por ejemplo, para los románticos, el infinito es algo concreto, se perfila con la bipolarización generativa de un choque de fuerzas y que arman una constante recursividad entre fuerzas opuestas. Ese es el infinito para el romántico. Esa idea está presente en Benjamin. Las ideas son a las cosas, lo que las constelaciones son a las estrellas. Las ideas no son ni las leyes ni los conceptos de las cosas. Para las ideas, el significado de los fenómenos se agota en sus elementos conceptuales. Las ideas son como mapas que tienen que salvar los fenómenos, cuando no salvan los fenómenos ya no sirven (de la misma manera en la que las constelaciones sirven para los viajes marítimos, también la idea debe continuar sirviendo, por ejemplo, la teoría newtoniana ya no sirve para explicar ciertos fenómenos físicos). Entonces, lo que se debe hacer, es salvar las apariencias. En la página 16 se menciona el término “salvar” (rettung), la finalidad de Benjamin es no dejar que algo se suma en el olvido, no petrificar una concepción, sino reactivarla, rescatarla. Un problema dentro del romanticismo alemán, fue la relación entre lo concreto, singular, y lo general. Sabemos que el romántico toma algunos conceptos medievales, tales como la concepción nominalista del lenguaje y la deidificación de la palabra. Benjamín está embarcado en su rol de crítico de arte, toda obra de arte tiene verdad, la única diferencia es que la verdad no es externa a la obra. La verdad es interna a la obra, tiene que ver con lo que la obra construye, no se compara con lo exterior. La ficción en si misma tiene un contenido de verdad. La filosofía y la crítica del arte, trabajan con ideas, en cambio, la ciencia utiliza sólo conceptos. Ésta es la principal diferencia, entre la ciencia social y la ciencia natural. Benjamin también elabora en el capítulo I la relación de oposición que existe entre la tragedia antigua y el teatro barroco. Por ejemplo, los reyes son creaturas, están expuestos a la intriga. El gran problema de la tragedia es la culpa. El héroe carga con esta culpa. En cambio en el arte barroco, el héroe no carga con la culpa, sino que es más bien víctima de la culpa. La tragedia antigua no conoce la tragedia de los santos. En este sentido, podríamos detenernos y mencionar la obra de Nietzsche llamada “Sócrates y la tragedia”, un pensador influyente en muchas de las concepciones de Benjamin. En algunos pasajes de este texto, Nietzsche señala que “…El espectador veía en ellos un pasado ideal de Grecia y, por tanto, la realidad de todo aquello que, en instantes sublimes, vivía también en su alma. Con Eurípides irrumpió en el escenario el espectador, el ser humano en la rea1idad de la vida cotidiana. El espejo que antes había reproducido sólo los rasgos grandes y audaces se volvió más fiel y, con ello, más vulgar. El vestido de gala se hizo más transparente en cierto modo, la máscara se transformó en semimáscara: las formas de la vida cotidiana pasaron claramente a primer plano…” “…El socratismo es más antiguo que Sócrates; su influjo disolvente del arte se hace notar ya mucho antes. El elemento de la dialéctica, peculiar de él, se introdujo furtivamente en el drama musical ya mucho tiempo antes de Sócrates, y produjo en su bello cuerpo un efecto devastador. El mal tuvo su punto de partida en el diálogo. Como es sabido, el diálogo no estaba originariamente en la tragedia; el diálogo sólo se desarrolló a partir del momento en que hubo dos actores, es decir, relativa mente tarde. Ya antes había algo análogo, en el discurso alternante entre el héroe y el corifeo: pero aquí, sin embargo, dada la subordinación del uno al otro, la disputa dialéctica resultaba imposible. Mas tan pronto como se encontraron frente a frente dos actores principales, dotados de iguales derechos, surgió, de acuerdo con un instinto profundamente helénico, la rivalidad, y, en verdad, la rivalidad expresada con palabras y argumentos: mientras que el diálogo enamorado permaneció siempre alejado de la tragedia griega. Con aquella rivalidad se apeló a un elemento que existía en el pecho del oyente y que hasta entonces, considerado como hostil al arte y odiado por las musas, había estado desterrado de los solemnes ámbitos de las artes dramáticas: la Éride «malvada». La Éride buena imperaba, en efecto, desde antiguo en todas las actuaciones de las musas, y en la tragedia llevaba a tres poetas rivales ante el tribunal del pueblo congregado para juzgar. Pero cuando el remedo de la querella verbal se hubo infiltrado también en la tragedia desde la sala del juzgado, entonces surgió por vez primera un dualismo en la esencia y en el efecto del drama musical. A partir de ese momento hubo partes de la tragedia en que la compasión cedía el paso a la luminosa alegría por el torneo chirriante de la dialéctica. No era lícito que el héroe del drama sucumbiese, y, por tanto, ahora se tenía que hacer de él también un héroe de la palabra. El proceso, que había tenido su comienzo en la denominada esticomitia, continuó y se introdujo también en los discursos más largos de los actores principales. Poco a poco todos los personajes hablan con tal derroche de sagacidad, claridad y transparencia, que realmente al leer una tragedia sofoclea obtenemos una impresión de conjunto desconcertante. Para nosotros es como si todas esas figuras no pereciesen a causa de lo trágico, sino a causa de una superfetación de lo 1ógico. Basta con hacer una comparación con el modo tan distinto como dialectizan los héroes de Shakespeare: todo el pensar, suponer e inferir de éstos se halla envuelto en una cierta belleza e interiorización musicales, mientras que en la tragedia griega tardía domina un dualismo de estilo que da mucho que pensar; por un lado, el poder de la música, por otro, el de la dialéctica. Esta última va destacándose cada vez más, hasta que es ella la que dice la palabra decisiva en la estructura del drama entero. El proceso termina en la pieza de intriga: sólo con ella queda completamente superado aquel dualismo, a consecuencia de la aniquilación total de uno de los rivales, la música.” Veamos: el concepto de la “palabra” reaparece. El romanticismo alemán, influenciado por el nominalismo de la edad media como parámetro, señala que la “palabra” es prácticamente un objeto, tiene entidad ontológica, implica verdad por sí misma. Entonces, la función de la palabra es traer verdad al entendimiento, luego, la razón verá qué hacer con ella. Hayden White, dice: “…el historiador es un profeta, pero alguien que profetiza “hacia atrás”…”. EL DERECHO COMO CIENCIA SOCIAL La noción de melancolía también es central en la obra de Benjamin. El barroco tiene que ver con lo exagerado. A su vez, el manierismo es la exageración del barroco. Benjamin, en “El origen del drama barroco alemán”, en su página 50 hace referencia al soberano en el arte barroco. El soberano es el representante de la historia, sostiene el acontecimiento histórico en su mano como un cetro. Previamente, se deben aclarar dos conceptos en la obra de Benjamin: - “Entscheiden” = decidir. - “Barocke sov’veranitat” (soberanía barroca). El objeto del soberano es el Auszuschliessen (dejar afuera). ¿Qué es lo que hay que dejar afuera? El estado de excepción (el ausnahmezustand). Según Smith, es soberano quien decide sobre el estado de excepción, pero Benjamin dice que no todo está lo suficientemente aceitado, el soberano barroco surge de la debilidad de no poder dejar de lado el estado de excepción, esto es el teatro de la política. ¿Cómo sustituir a Dios en la vida terrenal? Esto no significa que el hombre no crea en Dios, sino más bien que Dios está lejos, ya no opina. El soberano barroco mantiene lo externo a distancia, el soberano es una suerte de Dios sustituto, y es quien decide lo que está bien y está mal. Pero esto no funciona lo suficientemente bien, excluir el estado de excepción es como intentar excluir a Dios, aunque quiera, no se puede, esa externalidad siempre vuelve y corrompe el poder desde dentro. El orden, sin Dios, no termina de cerrar. Lo que estaba afuera, vuelve a entrar, pero en forma de calavera, en forma de muerte. Hay una cohabitación con la catástrofe permanente. El hombre religioso del barroco es apegado al mundo. Por otra parte, en la tragedia antigua no hay espectros, hay oráculos, pero no espectros. Además, los dramas barrocos siempre comienzan de noche. El espíritu del barroco se seculariza. Benjamín se pelea con el romanticismo, ya que los románticos desprecian el teatro barroco. Además, los románticos pretendían representar alegorías ingenuas, mientras que Benjamin defiende la alegoría barroca que representa un vacío, no es representacionista, sino que es algo vivo que se expresa. Él mismo definirá a Baudelaire como un alegorista genial. La relación entre justicia y teatro es un aspecto más que relevante. Oscar Nudler, señala en un ensayo tres procesos: Sócrates, Galileo y Kafka como emblemáticos de tres quiebres del mundo. El primero de ellos significó el final de la tragedia, para dar inicio a una nueva etapa. Galileo dio fin a la edad media para dar comienzo al iluminismo, y finalmente Kafka. Volviendo a Schopenhauer, podemos decir que éste concibió la tragedia como “Trauerspiel”. En la tragedia antigua, en cambio, no hay drama de amor. Aquí es donde adquiere relevancia el paralelismo que podemos efectuar entre el proceso jurídico antiguo y el teatro. Por ejemplo, el juicio a Sócrates. El derecho, en éste caso, parece ser una tragedia, pero Sócrates, termina por decidir su propia suerte, y se vuelve en cierta manera en director de dicho proceso. El teatro es un invento griego. Pero ¿porqué el teatro? El teatro viene de los procesos. Según Nietzsche el teatro viene de la forma dionisíaca. Para Benjamin, la naturaleza misma es una alegoría de la muerte, la naturaleza para el barroco es descomposición y muerte. La calavera es parte de la naturaleza. Benjamin diferencia los siguientes tipos de violencia: - La violencia constitutiva  es la que instaura el derecho. - La violencia permisiva  es la que conservará el derecho. - La violencia divina  interrumpe el estado de derecho. Ambas violencias son afines unas a otras, por ejemplo, una revolución, que luego de su instauración necesitará una policía. ¿La justicia y el derecho es lo mismo? siempre se creyó que sí, porque el derecho positiva a la justicia, pero para Benjamin no. Si leemos cuidadosamente el viejo testamento, el tema de la justicia, en definitiva, no parece tener nada que ver con el derecho. Benjamín dice que la justicia no opera como el derecho, incluso el propio Dios hace cosas que estarían prohibidas por ley. La justicia en realidad interrumpe al derecho, porque la justicia es más que el derecho, lo desborda y lo suspende. La violencia divina es inmediata, interrumpe. No puede haber secularización de la ley divina. La ley divina es más que cualquier estado. Para Benjamin la ley divina es inconmensurable a cualquier estado, y cuando aparece, interrumpe el derecho civil. Ahora el que interrumpe el estado es el gobierno. CONCLUSIÓN El derecho, es una teatralización, pero no sólo en un hecho en particular, como por ejemplo lo pudo ser el juicio a Sócrates, sino que, a mi criterio, también debe ser entendido en el contexto de cada época y de cada hombre. El hombre, siempre tiende a buscar el absoluto, la verdad universal. En general y a grandes rasgos, a ningún intelectual le gusta ser catalogado como “relativista”. Dice Hans Kelsen en su obra “¿Qué es la justicia?” que los diversos partidarios de la teoría del derecho natural, en búsqueda de este valor absoluto, han deducido de la naturaleza divina, principios de justicia. Pero, sin perjuicio de ello, en múltiples ejemplos dichos principios son contradictorios entre sí: “…En conformidad con uno de los más distinguidos representantes de esta escuela, Roberto Filmer, la autocracia, la monarquía absoluta es la única forma de gobierno natural, igualmente relevante, Juan Locke, demuestra, siguiendo el mismo método, que la monarquía absoluta no puede ser considerada en ningún caso como forma de gobierno y que tan sólo la democracia tiene tal valor, pues únicamente ésta se acuerda a la Naturaleza, siendo, por lo tanto, la única justa. La mayor parte de los representantes de la doctrina del derecho natural sostienen que la propiedad privada (base del orden feudal y capitalista) constituye un derecho natural, siendo, por ende, sagrado e inalienable. Por consiguiente, la propiedad colectiva o comunidad de bienes, es decir, el comunismo, significa algo contrario a la Naturaleza y la razón, siendo, por lo tanto, injusto. Sin embargo, el movimiento del siglo XVIII, que jugó cierto papel en la Revolución Francesa y que pretendía la abolición de la propiedad privada y la institucionalización de un orden social comunista, se basaba también en el derecho natural: sus argumentos ostentan el mismo vigor probatorio que los tendientes a defender la propiedad privada del actual ordenamiento social, es decir, su vigor probatorio es nulo.” Kelsen se catalogó asimismo como hombre de ciencia. Señala que la ciencia sólo puede desarrollarse cuando es libre, no existe doctrina que pueda ser eliminada en nombre de la ciencia pues el alma de la ciencia es la tolerancia. Kelsen defendió una posición positivista, esto es, una postura que sustenta el derecho en la norma, la cual a su vez se basará en otra norma, y así sucesivamente. Lógicamente, Kelsen nunca consiguió enunciar una norma jurídica completa basada solamente en su modelo. Esto es así, porque el derecho no es una ciencia natural, su método, no es “científico” en cuanto a la noción cientificista se refiere. En este punto, Benjamin se acercó mucho más a la realidad del derecho y la justicia, ya que el derecho es fundamentalmente una conducta humana. A su vez, la conducta humana está sujeta a la muerte y al deseo de lo absoluto. La reivindicación del arte, frente a la racionalidad cientificista es un punto interesante. El verdadero conocimiento, es aquel que, despojándose de la propia situación histórica, se basa en la comprensión del fenómeno social, sin olvidar el objeto de la ciencia social del derecho: el comportamiento intersubjetivo humano. La ciencia, para Benjamin, no jugará aquí ningún papel positivo, exaltando de alguna manera lo dionisíaco, se podría decir que el derecho queda inmerso dentro del teatro de la política. BIBLIOGRAFIA - “Segunda consideración intempestiva”. Friedrich Nietzsche. Libros del Zorzal, 2006. Buenos Aires, Argentina. - “El amor, las mujeres y la muerte”. Arthur Schopenhauer. Edicomunicación S.A., 1998, impreso en España. - “Obras”. Libro II-Vol. 1. Walter Benjamin. Estudios metafísicos y de filosofía de la historia. Abada Editores, 2007. Madrid. España. - “Obras”. Libro I-Vol. 2. Walter Benjamin. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Abada Editores, 2007. Madrid. España. - “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud. Edit. Planeta-Agostini. - “La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre historia”. Walter Benjamin. Lom ediciones. - “¿Qué es la justicia?”. Hans Kelsen. Editorial Leviatan. Buenos Aires. - “La ciencia y el imaginario social”. Editorial Biblos. Esther Díaz (editora). - “Sócrates y la tragedia”. Friedich Nietzsche. Página http://www.nietzscheana.com.ar/