miércoles, 3 de agosto de 2011

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA ESENCIA DEL HOMBRE

Orígen del hombre

Aclaraciones previas

El nacimiento del hombre, desde el punto de vista histórico, y su evolución, no sólo es un problema científico, sino que además, es un problema filosófico importantísimo.

Thomas Morgan (1866-1945), es precursor de la Teoría Sintética, que aparece entre los años 1937 y 1945. Éste científico pretendió unificar teorías tales como la Ortogeneticista, el Lamarckismo, la Darwinista y la Mutacionista, recién aparecida.
Previo a Morgan, Mendel allá por el año 1900 descubrió que los hijos de una especie no son una “mezcla” de los padres, sino una recombinación de los genes de los padres. Al momento de heredar genes, el sorteo es el mismo. No importa si un gen es dominante sobre otro.
Morgan descubre que no siempre se cumple con las leyes de Mendel y que las variaciones mutacionales, son en realidad errores de imprenta del código genético. Es un gen fallado, como por ejemplo el que origina la hemofilia.

Todo esto introduce un factor de “azar” importantísimo en el mundo.

Como ya reseñara previamente, el problema entre corrientes como el Darwinismo y el Mutacionismo fue también filosófico. Luego de que cayera el catastrofismo y apareciera Darwin, hablar de “saltos de la evolución” es sospechoso. Para hablar de evolución, Darwin prefería hablar de cambios lentos en la naturaleza, ya que el “salto” en la naturaleza se asemeja bastante a la idea de “milagro”. Por ello, los científicos eran reacios a hablar de esos saltos cualitativos en la evolución, repentinos y rápidos.

Actualmente se ha comprobado que las mutaciones y los “saltos” existen, y muchos. Se abre así el camino a mediados del siglo XX a la Teoría Sintética, que unifica al Darwinismo y al Mutacionismo, como así también otras ramas de la biología que se encontraban separadas.
La Teoría Sintética también es una revolución científica, ya que posibilitó la unificación de dos posturas que parecían irreconciliables. Lo discreto se unificó con lo continuo.

El nacimiento del hombre

La hominización explica el proceso de evolución biológica de la especie humana desde sus ancestros hasta el estado actual. Los paleontólogos actuales aún no se han puesto de acuerdo sobre cómo se desarrolló éste fenómeno.

Existen distintas teorías, religiosas como las que señalan que el hombres y su aparición es un acontecimiento divido y la expresión más perfecta de la vida. Por otra partes existen posturas científicas, de corte nétamente materialista. En éste caso el hombre no es más que un resultado provisional del mecanismo de la evolución. Se inscribiría lógicamente en la línea de una continuidad respecto de los seres vivos que lo han precedido. Constituiría, el elemento más complejo, pero no dejaría de ser más que un momento en la evolución, ya que no sería la fase última. La mejor versión del hombre aún estaría por ocurrir.

Pero según señala Robert Clarke en su obre “EL NACIMIENTO DEL HOMBRE” (Colección Plural, Ciencia Abierta, Edición Juan Granica S.A. 1983), “La mayor parte de los especialistas, admiten, sin embargo, que la evolución del hombre difiere considerablemente de la de los demás seres vivos. Nuestra evolución biológica se ha visto acompañada y, en opinión de algunos, prácticamente reemplazada por una evolución cultural y social. Desde el momento en que el hombre ha terminado por eludir, en parte, a las leyes naturales (evolucionando no sólo en su aspecto corporal, sino, sobre todo, en el cultural), se ha convertido en un “fenómeno”…”

Adán y Eva

Según el autor precedentemente mencionado, existen diversas hipótesis a los fines de explicar cómo se desarrolló el proceso evolutivo que llega hasta nosotros. Uno de éstos pensamientos, reactualiza la historia de Adán, por ejemplo: algunos biólogos han relacionado el cambio de postura a un accidente genético y, más concretamente, a una modificación brusca a nivel de los cromosomas. Ese accidente habría hecho pasar, por ejemplo, el número de cromosomas de 48 (como en el caso del mono) a los 46 que tiene el hombre.

Si esta modificación capital se produjo bruscamente en un solo individuo, éste la pudo transmitir a la mitad de sus descendientes. Ese sería “Adan”. Como que los homínidos tenían una vida más corta que la nuestra, por lo que, seguramente, tenían relaciones sexuales entre los miembros de una misma familia, esta “anomalía” habría tenido oportunidad de extenderse rápidamente.

Los hombres descenderían, pues, de una única pareja, de modo que Adán y Eva habrían existido realmente. Pero esta teoría está lejos de ser compartida por todos los investigadores…

Para la mayoría de los genetistas, la evolución que condujo al hombre siguió las pautas comunes de los demás seres vivos. Todo se desarrolla en función de dos tipos de fenómenos: el primero de estos tipos hace referencia a las variaciones brutales, accidentales, de los caracteres de una especie: es lo que se denominan “mutaciones”. En seguida interviene la “selección natural”, que hace sobrevivir, de manera preferente a los “mutantes” mejor adaptados al medio. En esto consiste, esencialmente, la teoría clásica de la evolución. Pero no podemos evitar sentirnos incómodos por lo que se refiere a su aplicación al hombre.

Los biólogos refieren que las mutaciones, esas variaciones bruscas de los caracteres genéticos de un ser, ocurren por azar. De hecho, no son más que errores en la transmisión, de padres a hijos, de uno u otro carácter. Además, los biólogos añaden que esas mutaciones, por regla general, son contraproducentes. Dan lugar a la aparición de caracteres inútiles (léase: mortales). Con frecuencia, los “mutantes” son monstruos. En conclusión: son muy raras las mutaciones que, entre los millones de ellas que se producen, se revelan como beneficiosas para la especie; son aquellas que aportan al “mutante” alguna ventaja, dentro del marco de medio ambiente dado, una mejor posibilidad de supervivencia.

Un ejemplo reciente sirve para ilustrar este hecho. En Inglaterra vivían, hace tiempo y sin que se vieran perturbadas, ciertas mariposas, generalmente blancas. Hasta que la industria hizo su aparición y ennegreció los muros encalados, en los que las mariposas tenían por costumbre posarse. Inmediatamente se convirtieron en presa fácil de sus enemigos, que, sobre las paredes sucias, las divisaban con toda facilidad. Tan sólo algunas “mutantes” grises pasaron desapercibidas, la población de mariposas pasó a ser gris; hasta el momento (reciente) en que la lucha contra la polución tiende a devolver la blancura a los muros.

De hecho, la selección natural no es tan sólo un tamiz que eliminaría las mutaciones perjudiciales, protegiendo tan sólo a las beneficiosas. A largo plazo, la selección natural integra las mutaciones, las organiza en conjuntos coherentes, en respuesta al desafío del medio. Y esto, a lo largo de una historia que se prolonga durante varios millones de años, de millones de generaciones. Es la selección natural la que orienta el azar. Eso es lo que explica cómo se han podido crear, poco a poco, estructuras cada vez más complejas e incluso organismos y especies nuevas. Por medio de estas recombinaciones, la selección natural innova.

El azar

Para Francois Jacob, el fenómeno precedentemente expuesto no significa en absoluto que la evolución se comporte como el ingeniero que sigue un plan preestablecido. Se asemejaría, más bien, a una especie de bricolaje que permitiría a la naturaleza utilizar, un poco al azar, lo que tenía más a mano.

Lo menos que se puede decir al respecto es que la teoría de la evolución, planteada de este modo, nos deja un sabor a insatisfacción, en lo que concierne al hombre. Es duro para el orgullo y la estima propia imaginar que somos la consecuencia de una acumulación de accidentes, hechos a partir de diferentes elementos, tomados al azar, de los distintos seres que nos han precedido...

Y esa insatisfacción aumenta aún más, debido a que en el mecanismo de la evolución las cosas no están tan claras. Existen “fósiles vivientes”, como el celacanto o ciertos crustáceos, que no han variado en las últimas decenas de millones de años. Y, sin embargo, también ellos hubiesen debido sufrir mutaciones, al tener que soportar las presiones de un entorno que se ha modificado, a lo largo de un lapso prolongado. También se han descubierto recientemente en la provincia de San Juan, República Argentina, uno de estos “fósiles vivientes”.

El hombre sería una consecuencia de millares de mutaciones durante muchísimo tiempo, para P.P. Grassé, la evolución humana se produjo a un ritmo demasiado rápido para que las mutaciones positivas (extremadamente raras) tuviesen tiempo de producirse. El mutacionismo –concluirá- topa aquí con una imposibilidad: debe renunciar a explicar lo que lo sobrepasa.

A pesar de ello, los biólogos se mantienen firmes: es el azar lo que ha hecho a los seres vivos. Pero, ¿qué encubre el concepto de azar? ¿No será, tal vez, que denominamos “azar” algo que no somos capaces de explicar ni calcular?

Resulta asimismo inquietante constatar que las mutaciones que se han logrado reproducir, con ayuda de potentes radiaciones o de productos químicos, nos permitan crear razas nuevas. Ya se ha hecho con insectos. Se podría hacer también con ganado vacuno, aunque resulta más fácil proceder por medio de la selección artificial, apareando aquellos individuos que presentan, de modo acentuado, el carácter que se pretende desarrollar. Pero, interviniendo de este modo, nunca se ha logrado crear una especie nueva. Así que el hombre pertenece a una especie distinta que los demás primates.

Éstas son algunas de las argumentaciones esgrimidas por los que creen que el hombre es el resultado de una forma de evolución distinta a la de los demás seres vivos. Que no se trata tan sólo de un simple fenómeno biológico. Que el hecho de ser un individuo, sociable e inteligente, capaz de adquirir especialmente una “cultura”, que ha llegado a inhibir sus instintos, ha hecho del hombre un animal aparte. Incluso en lo referente a su evolución.

Esencia del hombre

La herramienta y la inteligencia

La utilización de utensilios demuestra en el hombre una diferencia sustancial y cualitativa respecto del resto de los seres vivientes. Hay en el tema del hombre tantos problemas filosóficos, que no es posible siquiera enumerarlos todos. De ahí que nuestra meditación haya de limitarse forzosamente sólo a algunos. Con los grandes pensadores del pasado y de nuestro propio tiempo, vamos sobre todo a hacernos esta pregunta: ¿qué es el hombre?

Según J. M. Bochenski el hombre es un animal raro. Es un animal porque es una especie dentro del género animal (incluso los animales tienen sentimientos). Presenta todas las características del animal: se nutre, tiene órganos sensibles, crece, se mueve, tiene instintos, etc. Sin embargo, es raro porque tiene muchas características que, o no las hayamos en absoluto en los otros animales, o sólo quedan en huellas insignificantes.

Bochenski menciona algunas de las cualidades del hombre, tales como:

1)Técnica: El hombre se sirve de instrumentos producidos por él mismo. A diferencia de un mono, por ejemplo, el hombre realiza la producción con miras a un fin.
2)Tradición: Es un ser social porque aprende a partir del lenguaje y la comunicación. Conocemos ciertamente otros animales sociales, como las termitas y las hormigas, quienes poseen una maravillosa organización social. Pero el hombre es social de otro modo. Forma, en efecto, la sociedad por tradición, justamente porque tiene un lenguaje que no posee ningún otro animal.
3)Progreso: No sólo aprende individualmente, sino socialmente, y es inventivo. El hombre es progresivo. A menudo se producen grandes innovaciones dentro de una misma generación. Biológicamente, casi no nos diferenciamos de los antiguos griegos, pero sabemos incomparablemente más que ellos.
4)Pensamiento distinto: El hombres es capaz de abstracción, no piensa únicamente en lo particular y concreto; puede pensar universalmente. Por ejemplo: la ciencia, las matemáticas.
5)Reflexión: Esta cualidad le da una independencia sobre las leyes biológicas del mundo animal. Piensa en sí mismo con clara conciencia. Por ejemplo: es conciente de que va a morir y es capaz de tener una fe religiosa. Esta independencia va más lejos, el hombre tiene clara conciencia de ser libre. El hombre puede pensar en sí mismo, se preocupa por sí mismo, se pregunta por el sentido de su propia vida.

Si se atienden todas estas particularidades del hombre, no puede sorprendernos que Platón, fundador de nuestra filosofía occidental, llegara a la conclusión de que el hombre es algo distinto de toda la naturaleza.

El alma

Según mi modesto punto de vista, la pregunta que se impone a la luz de las investigaciones filosóficas y científicas es: ¿Hay en el hombre algo esencialmente distinto respecto de los demás animales?

Para muchos filósofos lo que hace al hombre es la “psiqué”, el alma, el espíritu. Es una faceta del hombre que está en el mundo, pero no pertenece al mundo. El materialismo más riguroso niega que haya en el hombre algo más que cuerpo y movimientos mecánicos de lo corporal.

Por otra parte el materialismo moderado sostiene que existe cierta conciencia, pero ésta es función del cuerpo.

Luego, tenemos una tercera teoría, más cercana al pensamiento de Aristóteles y acompañada por algunas investigaciones científicas, quien sostuvo que el hombre es un todo, y este todo tiene diversas funciones: puramente físicas, vegetativas, animales y espirituales. Funciones todas, no del cuerpo, sino del hombre, del todo.

Desde el punto de vista paleontológico, el homínido se distanció decisivamente del mundo animal, fundamentalmente por la reflexión, acaso inconsciente, pero cierta. Esta reflexión dio al homínido una fuerza nueva para sobrevivir y dominar el mundo exterior. Para destacarse y diferenciarse. Es lo que se denomina tomar consciencia de sí mismo...

El hombre se diferencia de la naturaleza que obliga a los animales actuar como animales, el hombre escapa a su determinismo genético, si la especie humana es un logro destacado en el plano biológico, no hay duda de que ello se debe a que su cultura ha evolucionado a un ritmo más rápido que su material genético.

La evolución cultural, ¿es una prolongación más de la adaptación y la evolución biológica material? ¿o es acaso el desarrollo natural de las potencialidades del alma humana, si es que ésta existe?

Reflexiones finales

¿Cuáles son los conceptos a debatir?

Una pregunta interesante a debatir sobre el orígen del hombre, desde el punto de vista biológico y filosófico es el tema del “azar”. El hombre es limitado en su inteligencia, quizás el azar no es más que una forma de expresar aquello que no podemos entender. Quizás sea una cuestión ininteligible en sí misma.

En este sentido, el Papa Benedicto XVI ha señalado que considerar al hombre y su razón un producto casual de la evolución es irracional.

Los avances científicos son notables, e incluso atemorizantes en algunos aspectos, sin embargo, pareciera ser que las preguntas más profundas y trascendentales aún quedan pendientes de contestación. ¿Estámos acaso como al principio?

Si bien se ha descubierto, entre otras cosas, la clave genética, esto aún no alcanza para explicar la biodiversidad existente en el mundo.

Como diría un reconocido filósofo griego: “Sólo se que no se nada”.


Facundo A. Barrio Martín

Bibliografía:
“El nacimiento del hombre” de Robert Clarke, Colección Plural, Ciencia Abierta, Edición Juan Granica S.A. 1983.
“Introducción al pensamiento filosófico” de Bochenski, J. M. Barcelona, Herder,1971.

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